Como parte de la denominada Cuarta Revolución Industrial el Departamento de Defensa de los Estados Unidos ha venido evaluando fundamentalmente en los últimos años el alcance y vigencia de sus elementos doctrinales
Elio Perera. Investigador del CIPI
Como parte de la denominada Cuarta Revolución Industrial el Departamento de Defensa de los Estados Unidos ha venido evaluando fundamentalmente en los últimos años el alcance y vigencia de sus elementos doctrinales. Documentos relativos a las diferentes Estrategias de Compensación y otros que aluden a la Revolución en los Asuntos Militares han dado forma a la conformación de postulados estratégicos que buscan hacer prevalecer el espíritu de hegemonía estadounidense en los principales Teatros de Operaciones Militares, y entre ellos como esencial, en la extensa región que comprende al Indo-Pacífico.
Estados Unidos intenta establecer una estrategia global en el Indo-Pacífico por medio de una integración conjunta de fuerzas militares y de Inteligencia para hacer frente a la influencia de China en la región. La disputa geoestratégica entre ambas potencias cuenta con expresiones militares, económicas, así como en infraestructura. China se muestra como un adversario sumamente fuerte y con las capacidades suficientes para contrarrestar las acciones de Estados Unidos y las fuerzas conjuntas, por lo que estos últimos buscan fortalecer sus capacidades de acción en la región.
Se trata de un conflicto de carácter multidimensional que involucra aspectos de guerra tradicional como el despliegue de ejércitos y de maniobras de Inteligencia, pero que también comprende aspectos relativos a ciberseguridad, acceso a redes de comunicación, acciones de cooperación diplomática con aliados estratégicos, entre otros factores que vuelven complejo el sistema de Planeación por parte de ambos actores.
Para hacer frente a la influencia y capacidades militares de China en la región, Estados Unidos plantea la creación de alianzas, así como capacidades de disuasión que al mismo tiempo avizoran presencia y proyección de poder ante un escalamiento de las hostilidades.
En consonancia ha primado, entre otras cuestiones, lo que puede denominarse disputa inter componentes militares estadounidenses por resaltar su importancia tanto desde el punto de vista disuasorio ante un posible conflicto militar con la nación asiática, o ante la real eventualidad del conflicto, lo que si bien se justifica por el daño físico y de infraestructura que sufrirán los contendientes, también y no es menos importante, sirve para que cada componente militar justifique la solicitud de mayores montos de dinero que les permita cumplir con sus Planes Operativos.
En la conformación de las políticas para el enfrentamiento estratégico militar con China el Departamento de Defensa ha otorgado un rol decisivo al componente naval.
El 17 de diciembre de 2020, la Armada (Navy), el Cuerpo de Marines y la Guardia Costera de Estados Unidos publicaron conjuntamente una nueva Estrategia naval titulada “Advantage at Sea: Prevailing with Integrated All-Domain Naval Power” (Ventaja en el mar: Prevalecer con un poder naval integrado en todos los Dominios). Esta Estrategia es una continuación de “A Cooperative Strategy for 21st Century Seapower” (Una Estrategia cooperativa para el poder marítimo del siglo XXI), que publicaron en 2007 y en 2015; y que como parte integrante de la Tercera Estrategia de Compensación fue diseñada para guiar a los Estados Unidos en el orden marítimo a lo largo del siglo XXI.
La Estrategia naval propone cinco formas fundamentales de actuación táctico operativa:
Las Fuerzas Navales de Estados Unidos refuerzan la necesidad incesante de la lucha por el dominio del mar, con lo cual pudiera inferirse de cierta manera que no han cumplido cabalmente con ese objetivo, y que debido a ello reforzarán su lucha en la “zona gris” (espacio entre la guerra y la paz en el que compiten varios actores), lo que equivaldría a incluir en las operaciones mecanismos que se sitúan por debajo de la intensidad de la Guerra con el objetivo de obtener ganancias incrementales.
Entre ellos el empleo de las Redes Sociales como un armamento eficaz, la infiltración en las cadenas de suministro mundiales, así como la participación activa del aspecto espacial y cibernético en el conflicto armado, con lo que serían consecuentes con los postulados anunciados en la Tercera Estrategia de Compensación en cuanto a que el núcleo fundamental es la competencia naval con China por lo que Estados Unidos está obligado, según reza, a permanecer en alerta máxima las veinte y cuatro horas del día.
En esta ocasión los Estados Unidos vuelven a insistir en la rivalidad naval entre grandes potencias y a diferencia de las Estrategias promulgadas en 2007 y 2015, no mencionan la Cooperación, lo que se relaciona con el denominado intervencionismo liberal que en el orden militar había venido adoptando.
El intervencionismo liberal sostiene que prevenir la guerra y ganarla son igualmente importantes. Es decir, si nos ceñimos a esta parte del análisis, Estados Unidos creía que podía emplear como parte de la Cooperación métodos como la disuasión, la gestión de los océanos, la aplicación de la ley, las patrullas y las operaciones de baja intensidad para salvaguardar el orden internacional.
Y ahora, al parecer, no contemplan al menos públicamente como directriz el orden cooperativo, entendido este último tanto como la interrelación de los componentes inter gobiernos en sus maniobras de acción conjunta ante el desenlace de un conflicto militar, así como en el momento actual en el que prima el sentimiento disuasorio.
Mientras no mencionan la Cooperación especifican en la Estrategia la necesidad de la libertad de navegación, seguridad portuaria, control de los puntos de estrangulación marítimo y fortalecimiento de las alianzas.
Lo que nos lleva a presuponer, al menos en el orden teórico, la existencia de una contradicción ¿cómo lograr alianzas si en el orden táctico operativo militar no se logra la Cooperación, ni como método clásico comprendido en el Arte Militar ni como elemento práctico de comunicación político-diplomático-militar en los instantes precisos, al menos, en que la Política se está alejando de la Disuasión para convertirse en una Guerra armada?
Asimismo, apreciamos que ha variado la valoración del Departamento de Defensa acerca de sus fuerzas en comparación con las de China. Actualmente se habla de obtener ventaja en el mar reconociéndose que China ha incrementado su poderío y que por lo tanto el accionar estadounidense debe fortalecerse.
Claro está, no descartamos que con esta Estrategia Estados Unidos busque dar la impresión de debilidad o esté exagerando la amenaza de China para obtener un mayor Presupuesto de Defensa Nacional. Si nos atenemos a las funciones de los Servicios de Inteligencia en la conformación de los elementos doctrinales no podemos descartar que esta Estrategia, al igual que otras, pueda tener un componente no público el cual guíe de una forma más precisa el accionar de las Fuerzas Navales; no obstante no es menester desechar el criterio público acerca de este Documento.
Durante una comparecencia en el Congreso en 2019, el entonces Comandante del Mando Indo-Pacífico, el almirante Philip Davidson, pronunció un discurso titulado “Regain the advantage” (Recuperar la Ventaja) en el que planteó claramente creer que China estaba ganando ventajas frente a unos Estados Unidos que estaban perdiendo las suyas, lo cual se había convertido, reseñó Davidson, en el consenso de la comunidad estratégica estadounidense.
Si nos atenemos a la práctica histórica de los acontecimientos, las amenazas marítimas son comunes a todos los Estados que hacen uso de un espacio de mar, y estas no han podido, al menos en la mayoría de las ocasiones, ser resueltas por un solo país. Por lo que el principio de Presencia Avanzada ha sido siempre, con el de Cooperación de Fuerzas, un elemento importante en la política de Disuasión. Sin embargo con esta Estrategia, los principios claramente establecen de manera directa, centrarse no en la conformación sino en la obtención de la victoria.
Lo anterior lo consideramos como un elemento algo atípico en cuanto a la interpretación del texto de la Estrategia en lo que se refiere a los elementos doctrinales estadounidenses, que si un gran valor tienen es que son bastante explícitos en los tópicos referidos a planeación estratégica y conformación de misiones y objetivos.
No se menciona la cuestión, quizás la más importante, en la lucha por el poder marítimo, es decir el enfrentamiento simultaneo a dos grandes potencias. El hecho de como los Estados Unidos para ese enfrentamiento distribuirán sus fuerzas marítimas, y de otros componentes, entre el Océano Indico, el Océano Atlántico y el Pacifico es una carencia del Documento. Asimismo no contempla cómo pudiera Estados Unidos mantener éxitos en caso de que Rusia y China formen una alianza.
Lo anterior también comprende un cambio significativo en cuanto a la forma de contemplar el aspecto combativo desde el orden doctrinal. Desde hace décadas los Estados Unidos han defendido la posibilidad de actuar en tres frentes y de obtener la victoria simultáneamente en dos conflictos y medios de manera lo más inmediata posible; lo cual no se refleja de manera tácita en esta ocasión.
Una nota clave es el irrestricto apego a las últimas Estrategias, de Seguridad Nacional y a la de Defensa. No obstante a que pueda convertirse o mantenerse la rivalidad estratégica chino-estadounidense en posibilidad de consenso al más alto nivel en el aparato decisorio de la toma de decisiones político militares estadounidense, no se avizora, al menos por ahora, la posibilidad de que se realicen ajustes importantes en la Estrategia naval.
Aunque debemos reconocer que antes de que se publicara el documento, ya habían comenzado determinadas iniciativas en las Fuerzas Navales estadounidenses para aplicar la Estrategia. Por ejemplo, la Jefatura de Operaciones Navales propuso la creación de la Primera Flota con el fin de llenar el vacío de fuerzas entre el Océano Pacífico y el Océano Índico; y las “U.S. Coastal Riverine Forces” (Fuerzas fluviales costeras estadounidenses) cambiaron su nombre por el de “Maritime Expeditionary Security Forces” (Fuerzas expedicionarias marítimas de Seguridad), poniendo hincapié en las operaciones en aguas profundas y de alto nivel, con el fin de satisfacer las necesidades de una guerra entre grandes potencias.
En la Cumbre de Asia Oriental, en el 2021, el Presidente Biden se refirió a que el alcance de las capacidades estadounidenses de acción se ha visto limitado por una gran cantidad de variables entre las que resaltó la alta influencia y capacidad militar de China, en conjunto con la clara evidencia del influjo geográfico chino en la región del Indo-Pacifico, lo cual le proporciona a China ventajas en término de abastecimientos, armas y posicionamiento de fuerzas militares.
Una contradicción que ha dejado la nueva Estrategia naval proviene de lo expresado en el documento contentivo de la Tercera Estrategia de Compensación en lo referido a la no correspondencia en cuanto a la importancia por igual de los diferentes componentes armados estadounidenses, ante un conflicto con China.
El almirante Chris Aquilino, jefe del mando del Indo-Pacifico ha reconocido que el Ejército no ha sido capaz de explicar su importancia en un Teatro de Operaciones dominado por un amplio espacio marítimo, lo cual evidentemente pudiera redundar en un decrecimiento del Presupuesto asignado a ese Órgano.
Desde el 2021 y hasta el 2023 varios líderes militares han rendido testimonio ante el Comité de Servicios Armados del Senado, y coincidieron en que están preparados para competir globalmente y luchar para ganar las guerras de la Nación. Sin embargo en buena medida han creado desconcierto al pretender explicar qué significa para ellos “ganar”.
Quizás uno de los que más se acercó a una respuesta certera fue el Presidente de la Junta de Jefes del Estado Mayor Conjunto, General Mark Milley, quien declaró que una supuesta guerra en el Indo-Pacífico no puede ganarse únicamente con acciones navales o aéreas, y que los resultados decisivos en la guerra se logran en última instancia en tierra.
Esta Estrategia y lo que de ella se deriva en cuanto a la asignación de medios y recursos tiene que ver en alguna medida con su forma de aprobación. En opinión de la mayoría de los jefes militares que han testificado ante la Cámara de Representantes y ante el Comité de Servicios Armados del Senado, los documentos estratégicos (tal cual es esta) deben ser aprobados a propuesta, revisión y contemplación en documentos operativos por los diferentes mandos militares, y no directamente, ni por la Presidencia de la Junta de Jefes del Estado Mayor Conjunto, ni por la Oficina del Secretario de Defensa. Por lo que la estructuración y aprobación de la tratada Estrategia naval es otro de los elementos que pueden incitar al respectivo debate.
Un estudio de 2019 sobre Planificación de Defensa, por la Rand Corporation, concluía que los comandantes desarrollan planes de contingencia para combatir escenarios específicos, y que el Estado Mayor Conjunto se encarga de la planificación estratégica, pero que cuando entra en juego el Presupuesto casi siempre los planificadores estratégicos de Defensa (Estado Mayor Conjunto) no disponen de un modo fiable de estimar o cuantificar exactamente los riesgos.
En las anteriores Estrategias navales, el conflicto se centraba en tres frentes mediante el accionar de Grupos de Batalla de Portaaviones. Apenas contemplaban limitaciones de mantenimiento y de entrenamiento. Y se partía del supuesto de que todos los medios navales estarían disponibles, siendo necesaria para ganar, una cantidad determinada de medios con su alta disponibilidad operativa, planteándose por la mayoría de los estrategas la imperiosa existencia de unos quince Portaaviones para que Estados Unidos alcanzase la efectividad necesaria en los diferentes Teatros (actualmente se mantienen operativos solamente 11, y uno en espera de incorporación).
En los últimos veinte años el conflicto en Irak y Afganistán dominó las necesidades de proyección de poder de la Armada y se han puesto de manifiesto grietas estructurales en los modelos de generación y empleo de las fuerzas militares estadounidenses.
Algunos medios navales se han desplegado consecutivamente con el mantenimiento truncado, requiriendo que otro medio se despliegue en su lugar. La Armada ha intentado evitar esa situación, pero ha sido casi infructuoso.
La movilidad inherente a una Armada constituye un elemento disuasorio, pero cuando no se aplica de una manera correcta puede hacer recordar tanto a enemigos como a aliados que la naturaleza no fija de una fuerza móvil acarrea en ocasiones la percepción incorrecta de que existe un resquicio para la agresión, no ocurriendo lo mismo con las tropas terrestres en composición de Presencia de Avanzada. O sea, que la Estrategia desde el 2020 para acá no haya corregido esa deficiencia, puede estar representando un peligro latente para los componentes navales estadounidenses.
Sin pretender ser absolutos, son casi históricas las disputas entre el Cuerpo de Infantería de Marina y los otros componentes, fundamentalmente con el Ejército, por cuanto el Cuerpo de Marines ha sido acusado de suplantar funciones.
A ello se ha venido sumando en los últimos tiempos el hecho de que un nuevo cambio de paradigma, al menos en algunas de sus estructuras y funciones, no es completamente comprendido, pero desde la más alta Jefatura del Cuerpo han aprobado y están poniendo en práctica como parte de la nueva Estrategia naval, el Plan denominado “Force Design 2030” (Diseño de la Fuerza 2030) para orientar la estrategia de ese Cuerpo ante un posible conflicto con China.
Las principales medidas del Plan Force Design 2030 son:
El armamento nuevo consistirá en sistemas de artillería de cohetes, misiles anti buque que se pueden disparar desde tierra y sistemas aéreos no tripulados de última generación. El objetivo es equipar y entrenar al Cuerpo de Marines para un nuevo tipo de guerra que se ha venido realizando durante enfrentamientos armados en Ucrania, y en Okinawa, cerca de Taiwán.
Uno de los críticos más renombrados es el ex secretario de la Marina de los Estados Unidos, y ex senador por Virginia, Jim Webb, quien sirvió como oficial de la Marina en Vietnam y se postuló para la nominación presidencial demócrata en el 2015. En un artículo publicado en The Wall Street Journal describió el Force Design 2030 como insuficientemente probado e intrínsecamente defectuoso.
Puesto en funcionamiento por el Comandante General del Cuerpo de Marines, David Berger, en el propio 2020 (como parte integrante de la Estrategia naval) tiene como objetivo preparar a sus combatientes en un hipotético conflicto con China, dejando de lado otros posibles Escenarios.
Concibe a los Infantes de Marina combatiendo en operaciones diseminadas por cadenas de Islas, en composición de unidades pequeñas pero con un impacto mucho mayor gracias a una variedad de nuevos sistemas de armas. Estando entre lo más impopular del Programa (reiteramos, explicado en la Estrategia naval) la reducción del número de elementos en Patrulla, y la no clara interdependencia con otros componentes, en caso que se requiera entrar en combate.
Se trata de cubrir un área más profunda con una combinación precisa de potencia de fuego, similar a la que están empleando en Ucrania, pero las grandes extensiones de tierra, en especial de cordilleras dificulta la cobertura. Para ello se prevé poner en funcionamiento a la aviación, mediante una combinación de artillería tradicional y misiles, con el objetivo de aumentar la letalidad y el alcance de cobertura de fuego; pero aumentaría el riesgo de peligrosidad para los Marines.
Según los detractores del Plan, el papel tradicional de los Marines en cuanto a ser la primera respuesta militar estadounidense capaz de asumir múltiples desafíos en todo el mundo podría verse comprometido por el enfoque en China y el Indo-Pacífico.
En opinión de los expertos el transporte anfibio desempeñará un papel clave pero con los medios anfibios tradicionales en dicho Teatro de Operaciones, quedarían demasiado vulnerables ante el empleo de un armamento moderno por los adversarios, al que no están acostumbrados.
Será vital, por tanto, la necesidad de embarcaciones más pequeñas y en mayor número para que los integrantes del Cuerpo puedan operar de manera más ágil y dispersa, aunque aun así se mantendría latente, por encima del nivel promedio, el cálculo del índice Peligrosidad.
Unido a que, a pesar de que forme parte de la nueva Estrategia naval, la cual está priorizada por el Departamento de Defensa, es probable que no existan los fondos monetarios o la capacidad necesaria en los astilleros. Y los medios más pequeños podrían construirse rápidamente, pero quizás no al ritmo necesario. Se plantea entonces el viejo desafío de hacer coincidir las prioridades estratégicas con los recursos.
Pero además todo parece indicar que el conflicto en Ucrania adaptó a los Marines en el sentido de que las viejas amenazas pueden reaparecer justo cuando una Fuerza trata de enfocarse en una dirección completamente nueva. Y psicológicamente, ese elemento estimula de forma mucho más apresurada el desgaste de los combatientes.
Aunque todo elemento doctrinal de carácter estratégico político militar puede ser polémico teniendo en cuenta que se elabora sobre bases teóricas necesarias de un posterior enriquecimiento práctico, en el caso de la Estrategia naval de los Estados Unidos, algunos de sus principales postulados han sido empleados en Ucrania, caracterizado el proceso por la no correspondencia entre las fallas detectadas y su nivel resolutivo para el mejor desempeño de las Misiones.
Se cumple así lo expresado en el 2015 por la ex subsecretaria de Defensa Michele Flournoy, acerca de que está completamente viciado el proceso que traduce la estrategia en las fuerzas que necesitan los componentes militares estadounidenses para cumplir con eficacia sus Misiones, y que ese proceso se guía mucho más por intereses particulares que por el interés nacional, lo que nos lleva al elemento conclusivo de que el proceso de formulación de políticas militares ante un escenario internacional complejo como el actual carece, por lo menos públicamente de la energía competitiva en ideas y ansias de innovación necesarias por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos.
Lo que equivale a presuponer que debemos dar continuidad a este tipo de análisis, ante las curiosas características de un Teatro de Operaciones Militares tan complicado al parecer para las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, como el del Indo-Pacífico; y en particular ante su confrontación con China.
DoD (2020): Advantage at Sea: Prevailing with Integrated All-Domain Naval Power. Disponible en: https://beta.documentcloud.org/documents/20429439-triservicestrategy. Recuperado el 19.2.2024.
González, Marcos. El ex comandante de EEUU en Indo-Pacífico se aferra al plazo de 2027 para atacar Taiwán. En https://reporteasia.com. Recuperado el 20.2.2024.
Maqueda, Adrian. Michele Flournoy ¿La primera mujer al frente del Pentágono? En www.newtral.es. Recuperado el 23.2.2024.
Sánchez Cánovas, M. Joe Biden, China y Rusia. En La Razón. Disponible en: https://www.larazon.es/opinion/20201231/4iux452fdrabvg66dyfhjw3gnm.html. Recuperado el 24.2.2024.
Till, Geoffrey (2008): «A Cooperative Strategy for 21.st Century Seapower: What’s New? What’s Next? A View From Outside». Defence Studies. Recuperado el 25.2.2024.
Fuente: https://www.cipi.cu/la-estrategia-naval-estadounidense-en-contraposicion-a-china/
Déjanos tu comentario