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Tema: Carrera Armamentista

Los gastos militares: Su impacto en el actual contexto de crisis

Por Lilianne Sánchez Rodríguez. Ministerio de Relaaciones Exteriores de la República de Cuba. Introducción El 2023 fue el noveno año consecutivo de crecimiento exponencial del gasto militar global, alcanzando la cifra de 2,2 billones de dólares, un significativo aumento del 9% en comparación con el año anterior, y el monto más alto jamás registrado, según […]

  • Lilianne Sánchez Rodríguez | 10/06/2024

Por Lilianne Sánchez Rodríguez. Ministerio de Relaaciones Exteriores de la República de Cuba.

Introducción

El 2023 fue el noveno año consecutivo de crecimiento exponencial del gasto militar global, alcanzando la cifra de 2,2 billones de dólares, un significativo aumento del 9% en comparación con el año anterior, y el monto más alto jamás registrado, según datos publicados por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos. Esta cifra podría incluso ser muy superior, y evidencia que continua en auge la militarización.

Por países, como se aprecia en el gráfico, Estados Unidos sigue ocupando el lugar número 1 en la lista de naciones de mayores gastos, con 905.5 mil millones de dólares, aproximadamente el 40% del gasto militar mundial. Le siguen por orden descendente: China, con unos $ 219,5 mil millones (el 10% del gasto total); Rusia, con $ 108,5 mil millones, (el 5%); India, con $73,6 mil millones (el 3,34%) y Reino Unido, con $ 73,5 mil millones (el 3,34%).

Por regiones, similar al 2022, Europa volvió a mostrar un aumento pronunciado notable del gasto interanual. Los aliados europeos de la OTAN gastaron 347.000 mil millones de dólares (calculados a precios constantes de 2015), aproximadamente 40 mil millones más que en 2022[1].

Atendiendo solo a la cifra interanual de erogaciones en defensa en 2023, el aumento del gasto militar global viene dado fundamentalmente por: el incremento del gasto militar de los EE.UU., otros miembros de la OTAN, Rusia y Ucrania,  como reacción a la guerra y la ayuda militar financiera a Kiev; el aumento del gasto de las principales potencias de Asia, a saber, China, India y Japón y los conflictos latentes en Gaza y Yemen. No obstante, detrás de cada uno de estos factores se encuentra la influencia del complejo militar industrial estadounidense, agente catalizador de la carrera de armamentos a nivel mundial, y principal beneficiado de la misma.

Considerar la operación militar especial rusa en Ucrania y al aumento de las erogaciones de China en este rubro en los últimos 28 años, como los motores principales del crecimiento del gasto militar global, es una cortina de humo, no la causa.

El principal responsable de la tendencia sostenida y a largo plazo al aumento del gasto militar a nivel mundial ha sido EE.UU. Cada año aumenta su presupuesto de defensa; más recientemente, para mantener su supremacía en la competencia estratégica frente a China e impedir el retorno de Rusia como potencia global, consideradas actualmente sus principales amenazas de seguridad. Con este enfoque mantiene un sistema de alianzas militares y de seguridad, un amplio despliegue y presencia militar con más de 800 bases en todo el mundo, participación directa e indirecta en la mayoría de los conflictos en todas las regiones, y ejerce presión en los enfoques de seguridad y el gasto de los aliados y de las potencias rivales, respectivamente, si bien ni Rusia ni China, a pesar de aumentar el gasto militar, se han propuesto competir con EE.UU. en una carrera de armamentos.

El propio Jens Stoltenberg, Secretario General de la OTAN, señaló a la Heritage Foundation el 31 de enero del 2024, que más OTAN significa más mercado para la industria militar norteamericana. En ese sentido, en los dos últimos años, los aliados atlánticos se han comprometido a comprar armas por valor de 120.000 millones a empresas de defensa estadounidenses, incluyendo miles de misiles para el Reino Unido, Finlandia y Lituania; cientos de tanques para Polonia y Rumanía y aviones F-35 para las naciones aliadoas europeas, un total de 600 para 2030. Como señalara Stoltenberg, “la OTAN es un buen negocio para los Estados Unidos”.

Esta economía de guerra y enfoque de seguridad a través de la disuasión y la fuerza militar que EE.UU. impone al mundo impactan de manera muy negativa en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, en el desarrollo sostenible, el crecimiento económico, en el disfrute de todos los derechos para todas las personas y la recuperación post-pandemia.

Mientras se mantenga la doctrina militarista de EE.UU., el enfoque de seguridad prevaleciente, asi como el incumplimiento de acuerdos de instrumentos internacionales sobre desarme y control de armamentos, y la falta de un mecanismo sobre la reducción del gasto, resulta poco probable que pueda revertirse la tendencia al crecimiento de los gastos militares. De hecho, la continuación de la guerra en Ucrania; los compromisos de gastos realizados en la Conferencia de Seguridad en Munich (16-18/2/2024), en particular que 18 de los 31 miembros de OTAN vayan a destinar a defensa el 2% de su PIB; el retorno de Donald Trump a la presidencia de EE.UU.; la posible materialización a futuro de un conflicto con China, son factores que hacen prever un aumento mucho mayor de la cifra de erogaciones militares en los próximos años.

La historia ha demostrado que lejos de brindar seguridad o evitar intervenciones, el incremento del gasto militar beneficia únicamente al complejo militar industrial estadounidense y las principales empresas de armas. Provoca endeudamiento, desconfianza, atiza viejos conflictos, exacerba otros en las naciones más vulnerables, aumenta las emisiones de carbono y profundiza las consecuencias de la crisis climática.

Los 2,2 billones de dólares de gasto militar mundial se están desviando de la consecución de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, del Plan de Acción de Addis Abeba, del Acuerdo de París, entre otros marcos globales de acción.

Esta ponencia pretende acercarse a las causas de la tendencia al incremento del gasto militar global, su reflejo en las principales regiones y sus consecuencias en el contexto actual, para demostrar que el incremento del gasto militar global es agente catalizador de la crisis, limita las capacidades resiliencia de los Estados para enfrentarla y asignar recursos a los problemas globales.

Desarrollo

El papel de la industria militar de EE.UU. y su incidencia en el gasto militar

Desde la Segunda Guerra Mundial, el componente militar del gasto público ha tenido un papel relevante en la dinámica de la economía estadounidense al ser utilizado como estímulo a la actividad económica, en particular a la producción y el empleo[2], si bien no ha dejado de impactar en la degradación fiscal y ocasionar inestabilidad monetaria y financiera en ese país.

Diversos estudios, como los realizados por Rodríguez García (2021), apuntan que, desde 2008, el gasto militar ha perdido su “impulso anticíclico” en la economía norteamericana, como ocurrió décadas atrás[3] y que son los paquetes de rescate financiero los que han insuflado temporalmente el sistema capitalista .

Si bien la relación entre el gasto en defensa y la economía en EE.UU. es un tema complejo y multifacético, se ha considerado por centros de estudios cercanos al Departamento de Defensa estadounidense, como la fundacion Rand Corporation[4], que priorizar el gasto en defensa sobre la inversión en infraestructura podría tener implicaciones para el crecimiento económico a largo plazo. El gasto en defensa, aunque no es el único impulsor, contribuye notablemente a los déficits presupuestarios anuales y al endeudamiento, y puede socavar el crecimiento como lo indica el Centro de Estudios por la Paz[5]. Desde la economía crítica, los costosos programas de armamento y el mantenimiento de las fuerzas armadas son percibidos como una pérdida de oportunidad, pues si esos mismos recursos públicos se dirigieran a la economía del ámbito civil, la productiva, o a ámbitos sociales como la educación o la sanidad, probablemente contribuirían mejor al desarrollo socioeconómico.

No obstante, EE.UU. sigue siendo el mayor gastador militar mundial. Ello se debe, como señalan Morales (2006)[6] y Rodríguez Hernández(2023), al Complejo Militar Industrial (CMI) y la estrecha alianza de sus monopolios industriales-militares y el aparato burocrático gubernamental, en particular con las instituciones y personalidades, que toman decisión en el ámbito del presupuesto de defensa y de la seguridad nacional.

Las relaciones entre las corporaciones industriales-militares y el gobierno son muy estrechas pues, en particular, la compañías estadounidenses más importantes[7] son las principales proveedoras de armamento y sistemas de defensa para el ejército, la marina, las fuerzas aéreas y otras agencias estadounidenses. Estas empresas son favorecidas al obtener importantes contratos y subvenciones del gobierno para desarrollar nuevas tecnologías militares, como aviones de combate, misiles, radares, drones o armas hipersónicas. Se benefician de un elevado gasto militar a cuenta del cual producen. Al propio tiempo, de sus jugosas ganancias financian las campañas electorales con importantes donaciones a los candidatos de los partidos, a grupos de presión o think tanks para defender sus intereses y promover una mayor inversión en defensa.

Este complejo militar industrial necesita muchas y sucesivas guerras, y un clima constante de temor y vulnerabilidad para que hayan mayores gastos y prosperar constantemente a cuenta de ello, por consiguiente, desempeña el papel de catalizador de los conflictos.

Este fenómeno de la militarización de la economía y también de la política, cumple varias funciones fundamentales: crea una economía en la que se prioriza la producción y los recursos militares; incrementa las asignaciones presupuestarias para esos fines; contribuye al incremento de la ganancia, en particular, de un grupo especial de monopolios industriales-militares; favorece a la concentración del poder de la clase dominante o élite político económica- plotucracia de la sociedad capitalista y sirve de instrumento de hegemonía económica y política a nivel mundial. Por ello, se ha convertido paulatinamente en una necesidad para el funcionamiento y reproducción del régimen en los centros del capitalismo desarrollado, con sus consecuentes impactos en el resto del sistema capitalista mundial.

Con posterioridad al derrumbe del campo socialista, cuando la búsqueda de la superioridad estratégica sobre la URSS por los EE.UU. dejó de ser un objetivo y descendieron los gastos militares, los dividendos de la paz, como esperaban los países del Sur, no fueron asignados sistemática y directamente a la asistencia o ayuda oficial al desarrollo.

Congresistas y senadores, financiados por poderosos grupos de presión (el lobby de las armas), articularon nuevas amenazas a la seguridad de EE.UU. y conformaron una voluntad bipartidista ampliamente mayoritaria a favor de mantener las elevadas erogaciones en materia de gastos militares, bajo la concepción de que Estados Unidos había ganado la Guerra Fría y debía conservar su hegemonía y liderazgo internacional. Primero, se crearon como pretexto la llamada “lucha internacional contra el terrorismo” y “guerra preventiva” en 2001 y luego, se identificaron nuevos enemigos, un nuevo “eje del mal”, como Irán, Siria, Corea del Norte, y en especial China, en la Estrategia de Seguridad Nacional de EE.UU. de 2018.

Al propio tiempo, de forma gradual, se buscó expandir a la OTAN hasta las mismas fronteras de Rusia para impedir que Moscú restablezca su poder y zona de influencia en Europa y en el mundo; asegurar el liderazgo de EE.UU. y garantizar su acceso a recursos estratégicos y mercados potenciales.

Ni siquiera los efectos de la pandemia de la COVID-19, la crisis y la financierización de la economía que, según Rodríguez (2014), se encuentra entre sus causas últimas, pusieron fin a la continua tendencia en la escalada del gasto militar mundial, que lidera EE.UU.

En el año 2022, según el SIPRI[8], el gasto militar estadounidense fue de 877.000 millones de dólares, uno de los más altos de la historia. De este, el 30%, 264.000 millones de dólares, se destinaron a la adquisición de armamento e investigación y desarrollo militar, lo que indica que Estados Unidos está centrado en la modernización de su armamento con tecnologías de última generación, para preservar la ventaja tecnológica del ejército estadounidense sobre sus competidores estratégicos y mantenerse como la única superpotencia militar[9].

Otra parte importante del gasto, el 2,3%, 19.900 millones de dólares, se destinaron a la ayuda militar en Ucrania, que en 2022 se multiplicó por 34 veces respecto a la del año anterior y constituyó la mayor ayuda militar de un país a un solo beneficiario desde el final de la guerra fría. El gobierno de Joe Biden envió a Ucrania más de 75.000 millones de dólares en efectivo y equipamiento para la defensa (incluidos vehículos aéreos no tripulados (UAV), equipos de desminado, sistemas de defensa aérea y antimisiles, municiones en racimo, proyectiles de artillería) desde que comenzó la operación militar en 2022 y hasta diciembre de 2023[10].

Por medio del financiamiento militar en el extranjero a cuenta del contribuyente estadounidense y otros instrumentos de su política hegemónica continúa no solo sosteniendo la guerra en Ucrania sino también la desestabilización en Medio Oriente, Asia y otras regiones, para proyectar su poder al mundo, mantener su posición dominante, contrarrestar la influencia de China que Washington considera un desafío creciente e impedir el retorno de Rusia como potencia global[11].

Las cifras récords de gastos militares de EE.UU. en los últimos años, incluido el presupuesto de $886.38 mil millones para actividades relacionadas con la defensa en 2024[12], alineados con los documentos estratégicos de EE.UU, en particular la Estrategia de Seguridad Nacional de 2022[13] y los reajustes de la presencia militar estadounidense con un incremento de las fuerzas en Europa y Asia por medio de sus alianzas, podrían ser indicadores de que EE.UU. se prepara para una posible prolongación de la guerra en Ucrania pero fundamentalmente para enfrentara China en el Indo-Pacífico, lo que se demuestran, según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, con la asignación de 9.100 millones de dólares para aspectos clave de la capacidad combativa de Estados Unidos y casi 30.000 millones de dólares para la defensa aérea y antimisiles en el Indo-Pacífico y en otros lugares.

Según el mismo documento, el Ejército de EE. UU. está en modo de reconsideración, en parte para asegurarse de que ha aprendido lecciones de la guerra de Rusia en Ucrania y para preparar mejor al servicio para un posible conflicto en el Indo-Pacífico. La fuerza aérea, de igual forma, ha pasado de operaciones de contrainsurgencia en condiciones favorables a prepararse para la guerra en un espacio de batalla disputado y está llevando adelante un programa de adquisición y modernización a mayor escala, Next Generation Air Dominance, para responder al surgimiento de China como una potencia aérea creíble de primer nivel.

El comportamiento del gasto militar en algunos países y regiones

La guerra en Ucrania ha tenido un impacto inmediato en el gasto militar de Europa debido a que ha agotado sus reservas de armas, municiones y otros equipos obligando a la industria de defensa europea a acelar los ritmos e incrementar la capacidad de producción para satisfacer la demanda constante.

Al propio tiempo, ha traído consigo el fortalecimiento de la OTAN, con la incorporación de nuevos miembros, lo que le ha añadido capacidades militares a la Alianza.

En el año 2022, según el SIPRI, Europa tuvo un aumento del 13% del gasto militar hasta alcanzar a 480 mil millones de dólares, lo que supuso el mayor incremento anual del gasto europeo total de la posguerra fría. Seis países europeos[14] de la OTAN alcanzaron el compromiso de incrementar su gasto militar al menos en un 2% de su PIB, a los que se sumaron otros 4 en 2023.

De los 36 países de Europa Occidental y Central que proporcionan cifras de gasto militar al SIPRI, 23 aumentaron el gasto elevando la erogación de la región a 345 mil millones de dólares en 2022, el nivel más alto desde el fin de la Guerra Fría; lo que contrasta con el gasto militar en Europa del Este, zona en conflicto, donde aumentó hasta135 mil millones de dólares en ese año. Rusia representó el 64 por ciento del total subregional y Ucrania el 33 por ciento. Sin embargo, el gasto militar de esta última tuvo un aumento del 640 por ciento, alcanzando los 44.000 millones de dólares, el mayor aumento anual en el gasto militar de un país jamás registrado en los datos del SIPRI (es decir, desde 1949).

Rusia, si bien aumentó el gasto desde el despliegue de la operación militar especial, no lo ha hecho de forma drástica. Atendiendo a las estimaciones de gastos en el 2022[15] realizadas por el SIPRI, se calcula que este habría crecido en 9,2%, hasta los 86.400 millones de dólares, el equivalente al 4,1% del PIB de Rusia en 2022, frente al 3,7% del PIB en 2021.

La cantidad asignada a defensa nacional, según el informe del SIPRI[16], pasó de 50.100 millones de dólares en el presupuesto inicial previsto, publicado a finales de 2021, a 67.000 millones de dólares en el presupuesto revisado de octubre de 2022, un aumento del 34% en términos nominales y un claro reflejo de los crecientes costes de la operación. Las categorías en las que aumentó el gasto incluyeron adquisiciones y mantenimiento de las tropas paramilitares y de la guardia nacional (Rosvgardia), que también están desplegadas en Ucrania.

Mientras Ucrania recibía al menos 30.000 millones de dólares en 2022 en ayuda militar en numerosas formas, y de al menos 25 países, de los cuales los tres mayores contribuyentes fueron Estados Unidos, Reino Unido (2.500 millones de dólares) y Alemania (con 2.000 millones de dólares); Rusia, acorde a los gastos de ese año, se implicaba en el conflicto de manera financieramente limitada, buscando minimizar su coste económico y su impacto en la sociedad nacional y permitir la consecución de los objetivos políticos fijados antes de la invasión.

No puede decirse que Rusia tuviera una “economía de guerra”, al menos hasta el año 2022, situación que ha cambiado a la fecha. La prolongación del conflicto  producto del financiamiento externo recibido por Ucrania, el incremento de su gasto militar y el de los miembros de la OTAN, todo ello propulsado por EE.UU., dado el beneficio que reciben sus principales compañías de armamento[17], unido a otros factores de carácter interno, incluido la necesidad de una victoria en el contexto de las elecciones presidenciales previstas para el año en curso, han incidido en que el presupuesto federal de Rusia 2024-2026 prevea un incremento superior a dos tercios (67,65%) del gasto militar en 2024 respecto al año anterior. Las erogaciones militares aumentarán hasta llegar a 111.000 millones de dólares, superando los gastos sociales para los que se dedicarán 84.300 millones[18]..

La guerra en Ucrania ha impactado también en las concepciones y posturas de defensa de varios países. Finlandia, Alemania, Noruega, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda han realizado actualizaciones de los documentos estratégicos relacionados, en los que se subraya a Moscú como la amenaza más directa e importantante para la paz y la seguridad en el área euroatlántica. En ese sentido, las fuerzas armadas europeas han comenzado a ajustar sus planes de equipamiento y tomado medidas para reforzar sus arsenales de armas y capacidades industriales de defensa, como por ejemplo: la reconstrucción del arsenal de municiones de artillería (Reino Unido), la adquisición de sistemas de misiles estadounidense (Polonia), de vehículos de combate (Bulgaria) y sistemas de defensa aérea de medio alcance (Estonia, Letonia) y terrestre (Estonia, Bélgica, Francia).

Si bien la guerra en Ucrania ha impulsado cambios en la política de defensa y el refuerzo de las capacidades operativas y de disuasión, el nuevo “concepto estratégico” de la OTAN[19], que reconoce a Pekín como un reto para los intereses, la seguridad y los valores de los miembros de la alianza occidental, y en el que jugó un papel significativo EE.UU., podría convertirse en el motor impulsor del gasto en los próximos años. Rusia es considerada por la  OTAN como el desafío más inmediato y China como el más serio a largo plazo. Jens Stoltenberg, Secretario General de la OTAN, señaló a la Heritage Foundation el 31 de enero del 2024, que “Hoy es Ucrania. Taiwán podría ser mañana. (…) Debemos organizarnos para una competencia duradera con China”.

Al respecto, Reino Unido tiene planes de desplegar un grupo de ataque de portaaviones en 2025 y de enviar a Australia un submarino de ataque, a partir de 2027; Alemania anunció que su armada enviaría dos buques de guerra a la región en 2024 y publicó su primera estrategia hacia China..

Por su parte, la región de Asia-Pacífico también experimentó un crecimiento del gasto militar en el año 2022. Según el SIPRI; el gasto militar combinado de los países del área ascendió a 575.000 millones de dólares, un 2,7% más que en 2021, siendo los aumentos de China, India y Japón los más significativos[20].

Entre los factores fundamentales que impulsan el crecimiento del gasto pueden encontrarse las tensiones regionales por: la situación en la península coreana y el programa de armas nucleares y misiles balísticos de la RPDC, la disputa por las islas de los mares del Sur y el Este de China, los conflictos regionales como el de India y Paquistán, entre otros y la rivalidad y hostilidad que mantiene EE.UU. con China incluido por afianzar su dominio en esta área de gran relevancia geopolítica y mayor dinamismo económico. Algunos países asiáticos han esbozado planes de adquisición de armas, fortalecido relaciones de seguridad con sus aliados y socios occidentales e incrementado el gasto militar para ampliar sus capacidades frente al ascenso de Beijing.

China sigue liderando el aumento de gastos militares en la región, que ha mantenido en los últimos 28 años, pero no sobrepasa, por mucho, el de EE.UU. El continuo crecimiento de esas erogaciones puede atribuirse a varios de los factores mencionados supra, pero sobre todo, a su aspiración de convertirse en una potencia mundial líder.

La nación asiática ha continuado la modernización del Ejército Popular de Liberación y el desarrollo y despliegue de sus fuerzas aéreas y navales para proteger sus intereses dentro y fuera del país; así como la modernización de sus armas nucleares y medios de envío, incluido los misiles balísticos intercontinentales, en un contexto de deterioro de las relaciones con EE.UU. producto de la guerra económica y comercial lanzada por la administración de Trump y su concepto de Indo-Pacífico, el reforzamiento y agresividad de la presencia militar y naval de EE.UU. en la región a través de diversas iniciativas y acuerdos  y de incremento de la retórica sobre un posible conflicto en la región.

EE.UU. ha aumentado su presencia por medio de AUKUS y QUAD, que incluyen la realización de ejercicios conjuntos y el suministro de armamento, equipo y tecnología militar estadounidense a países del área (como el envío de submarinos de propulsión nuclear a Australia) para rodear y contener a China; la firma de acuerdos con naciones como Filipinas, que permiten a los soldados estadounidenses operar en bases militares cercanas a Taiwán; la construcción de una instalación de radares en Palau y el acceso a instalaciones portuarias y aeródromo de Papua Nueva Guinea.

Otros hechos que evidencian la presencia de EE.UU. y exacerban el clima de tensión, militarización e inciden en el aumento del gasto militar es que el Senado de Estados Unidos aprobó en septiembre de 2022 la Ley de Política de Taiwán, que le designa como un “importante aliado no perteneciente a la OTAN” y presentó una iniciativa destinada a fortalecer las capacidades militares de Taiwán durante los próximos cuatro años. Ello incluirá un aumento en la cantidad de armas proporcionadas y financiación militar extranjera y un “programa integral de entrenamiento” para mejorar sus capacidades militares y aumentar la “interoperabilidad de las fuerzas armadas”, que ha comenzado a materializarse[21].

Taiwán, por su parte, ha incrementado el presupuesto de defensa a 19.100 millones de dólares (un 21 por ciento con respecto a 2023) y modernizado sus fuerzas armadas en todos los ámbitos. Ha comprado más sistemas de misiles de artillería de alta movilidad, drones y otros artículos. 

Otros aspectos relevantes al gasto militar regional lo constituyen la primera Estrategia de Seguridad Nacional de Japón desde 2013, donde se enfatiza la necesidad de mejorar integralmente sus capacidades de defensa ante “la situación de seguridad más grave y compleja” desde 1945, con China como el “mayor desafío estratégico” y Corea del Norte como una “amenaza aún más grave e inminente” y señalando preocupación por la cooperación estratégica chino-rusa.

Para 2024 se ha anunciado que el gasto militar chino crecerá un 7,2 por ciento, hasta 235 mil millones de dólares y se destinaría principalmente a importantes proyectos y programas estratégicos del plan quinquenal para “fortalecer plenamente la preparación para el combate y la guerra”. También se destinarían más inversiones a tecnología avanzada, ciencia, logística y armamento y equipo clave. Se utilizarían fondos adicionales para mejorar las condiciones de vida y de trabajo y el bienestar del personal del Ejército Popular de Liberación, así como para una revisión de la gobernanza militar interna.

El presupuesto de defensa de China indica según expertos preparación militar, no guerra inminente.La participación del ejército chino  en el PIB del país sigue siendo inferior a lo que los miembros de la OTAN gastan en defensa.

En Medio Oriente, el gasto militar también ascendió en 2022. Según el SIPRI , a un 3,2 por ciento más que en 2021, alcanzando la cifra de 184 mil millones de dólares. El aumento se debió principalmente al 16 por ciento del crecimiento del gasto de Arabia Saudita. No obstante, como en otras regiones, diversos factores tributan al incremento del gasto, entre ellos, el conflicto entre Israel y Palestina, que en el año 2023 experimentó una nueva escalada aun en curso; los conflictos  en Yemen, Siria, Libia; las tensiones remanentes entre Arabia Saudita e Irán, pese al acuerdo de restablecimiento de relaciones diplomáticas negociado por China; la inestabilidad en el Golfo Pérsico y las rivalidades entre poderes globales y regionales.

Resulta importante destacar que el apoyo y protección histórica incondicional e invariable de EE.UU. a Israel pese a sus crímenes de guerra[22], el hecho de que Israel sea el único estado de la región que no ha firmado la mayoría de los instrumentos internacionales de desarme y control de armamento; la presencia militar estadounidense (incluido con sistemas de defensa antimisiles, aviones de combate, activos navales y de portaaviones) con el pretexto de contrarrestar la influencia de Rusia e Irán en la región; el reciente bombardeo a los huties en Yemen, Siria e Iraq , elevan la tensión, inseguridad, e inestabilidad  y conducen a la región al aumento de las erogaciones militares.

El gasto militar de los países africanos en 2022, según el SIPRI, se estima en 39.400 millones de dólares, un 5,3 por ciento menos que en 2021, dada la diminución del gasto en las subregiones y de los países que más invierten en defensa (Argelia, Nigeria, Sudáfrica) debido a dificultades económicas y financieras como la inflación, incremento de las tasas de interés, la carga de la deuda que ejercen presión sobre el presupuesto; no obstante, se mantienen innumerables problemas de seguridad asociados a: conflictos regionales, como el del Sahara Occidental; la inestabilidad en Libia; los grupos armados como Boko Haram en el norte de África y el Sahel y Al Shabab, filial de Al Qaeda en Somalia, entre otros, que ejercen influencia en la política del gasto militar. El mayor aumento porcentual del gasto en África fue el de Etiopía (un 88% con respecto a 2021) hasta alcanzar los 1.000 millones de dólares, lo que coincidió con una renovada ofensiva gubernamental contra el Frente de Liberación Popular de Tigray en el norte del país.

Los golpes de estado en Níger y Gabón, los regímenes militares instalados en el en el Sahel, el fin de la operación de Naciones Unidas en Malí y la voluntad de modernizar y equipar a los ejércitos nacionales para garantizar la seguridad de la población frente a las amenazas terroristas, son factores que pueden incidir en los gastos militares en los próximos años.

Si bien Rusia es un actor significativo en el suministro de armamento en el continente, y China es el principal socio comercial de Africa, no puede olvidarse la presencia militar estadounidense en la región a través de AFRICOM y 29 instalaciones militares en 15 países, que busca proteger sus intereses estratégicos en el continente, lo que incluye asegurar rutas marítimas, proteger inversiones y garantizar el acceso a recursos naturales. La presencia militar estadounidense en el África está también relacionada con la competencia geopolítica,  deviniendo también en un instrumento que busca frenar la influencia de China y Rusia.

El gasto militar en América totalizó en 961 mil millones de dólares en 2022, un 0,3 por ciento mayor que en 2021, por el crecimiento y el volumento de los gastos de EE.UU. El 91 por ciento de estos gastos corresponde a ese país. Canadá gastó 26.900 millones de dólares en 2022, que fue un 3,0 por ciento más alto que el año anterior.

En términos generales, el gasto en defensa de la región de América Latina y el Caribe sigue en niveles bajos en comparación con el total global debido a las presiones del gasto público y la ausencia de amenazas externas graves a la seguridad. En 2022 tuvo reducciones del gasto militar marcadas por las caídas de las erogaciones en ese rublo por parte de México y Brasil. La región se ha resistido a las presiones de Estados Unidos y Europa para asegurar apoyo concreto en materia de municiones, sistemas de artillería y otros equipos a Ucrania. En general, los países latinoamericanos han sido reticentes a ello y en  lo que respecta a las adquisiciones de defensa, si bien algunos están tratando de modernizarse.

Impacto del gasto militar en el contexto actual de la crisis

En lo económico, los gastos miliares tienen consecuencias favorables solo para aquellos que fabrican las armas. Desvía recursos financieros, tecnológicos y humanos de los objetivos de desarrollos. El gasto militar si bien puede generar empleo en esta rama como en aquellas que le brindan bienes y servicios podría generar más empleo y beneficios si se destinara a la educación, la salud, la energía renovable[23]. Además, las misiones militares en buena medida tienen como objetivo el saqueo de los recursos naturales. Un alto nivel de gastos militares no solo deforma la estructura de la economía nacional, sino que además tiende a frenar el crecimiento económico. Los costos de investigación y desarrollo para actividades bélicas son por mucho más elevados que los realizados en áreas civiles.

El crecimiento desmedido de los gastos militares actúa en beneficio exclusivo de los sectores sociales más acomodados, lo que acarrea todavía más privaciones a los marginados. Fomenta una producción que no incita ulteriores actividades productivas, introduciendo una presión en los precios que se traduce en factor esencial de las tendencias inflacionistas y de las crisis. En los países en desarrollo la industria militar si es que existe, produce en escasas ocasiones bienes exportables. Estos países importan material militar, lo cual, a mediano y largo plazo crea problemas de balanza de pagos, desalienta la inversión y el desarrollo económico y alimenta la pobreza, el endeudamiento y el subdesarrollo.

En cuanto a seguridad, la historia demuestra que la militarización no la aumenta, ni en países estables, ni en conflicto. El militarismo y armamentismo previos a la Primera Guerra Mundial y su no pacífica resolución, han sido identificados como factores determinantes que llevaron a las guerras mundiales. La carrera armamentista y la creciente militarización que muestran los datos de gasto militar global actual nos puede llevar a un escenario similar. Según estudios[24], desde que comienzan los incrementos de los gastos militares en el año 1996, los conflictos armados activos en el mundo han crecido de una media de 36 cada año a 53 en 2014, volviendo a aumentar los presupuestos militares tras la crisis de 2008.

La guerra en Ucrania, la genocida ofensiva de Israel contra Hamas en Gaza, son el rostro de la continuada tendencia al incremento del gasto militar y  la financiación de los conflictos armados, que alteran la cadena mundial de suministros, los mercados de valores, los precios de los alimentos, los fertilizantes, la energía, el acceso al agua potable y a otros recursos repercutiendo de manera negativa en la crisis económica, alimentaria, energética, climáticas y que tienen un alto precio humano, pues provocan hambre, migración o desplazamientos, malnutrición y enfermedades y muerte. A largo plazo, la violencia y el conflicto armado dejan un legado de subdesarrollo prolongado, que afecta a las presente y futuras generaciones.

Los gastos militares son una carga cada vez más pesada para el futuro económico de las Naciones, que bien podrían dirigirse a ayudar a sacar del hambre a 258 millones de personas de 58 países y territorios que, según Naciones Unidas[25], se encuentran en situación de inseguridad alimentaria aguda o de alto riesgo en 2022, a ayudar a sacar de la pobreza a más de 700 millones de personas[26], la financiación climática de países de bajos ingresos o a la transición a una economía con cero emisiones netas que cuesta 3,5 billones de dólares al año hasta 2050, según el último informe de la Junta Asesora en Asuntos de Desarme (ABDM)[27].

Las actividades militares interfieren gravemente para impedir o limitar al mínimo la degradación del medio ambiente o toda reparación de los daños ya causados. Las instalaciones y maniobras bélicas aumentan las emisiones de gases de efecto invernadero y la huella del carbono que deterioran el ambiente ya de por sí perjudicado.

Un estudio reciente [28] señala que los 1,26 billones de dólares en gasto militar de la OTAN en 2023 servirían para pagar la promesa incumplida de las naciones más contaminantes de 100.000 millones de dólares anuales durante 12 años, en concepto de financiación climática.

Si todos los miembros de la OTAN llegan a cumplir el compromiso del 2% del PIB en gasto militar en 2028, la OTAN gastará unos 2,57 billones de dólares adicionales, suficiente para sufragar durante siete años los costes de adaptación climática de los países de renta baja y media, según los cálculos del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

Similar contribución podría realizar EE.UU. con su presupuesto de defensa destinando al menos una parte a financiar la Agenda 2030 para el desarrollo Sostenible y la Agenda de Acción Climática.

Sin embargo, esas ambiciones parecerían inviables debido a que el principal beneficiado es la industria armamentista que multiplica sus ingresos y cotizaciones bursátiles y presiona para que estos flujos sean permanentes exigiendo compromisos estructurales a largo plazo en cuanto a la producción de armas y restringiendo los compromisos ambientales de los principales países gastadores.

Sin mecanismo internacional vinculante para regular el gasto militar

En el último siglo, los gobiernos han intentado buscar formas para acordar una reducción de los gastos militares, o al menos para dar a conocer cuánto gastan los países en sus ejércitos. Las primeras propuestas se centraron en reducir los gastos de los Estados militarmente importantes, mediante la liberación de fondos para la asistencia para el desarrollo. Sin embargo, dichas propuestas no procedieron. La Asamblea General acordó en 1981 diseñar un Instrumento Normalizado de las Naciones Unidas de Presentación de Informes sobre Gastos Militares, que pasó a denominarse después Informe de las Naciones Unidas sobre Gastos Militares, en virtud del cual los Estados presentan de manera voluntaria informes sobre su presupuesto militar, lo que constituye una medida de transparencia, con el fin de fomentar la confianza entre todos los Estados.

En 2021 se se lanzó el llamamiento del secretario general de la ONU a reducir de forma urgente el excesivo gasto militar y a aumentar la inversión en infraestructura social y seguridad, lo cual tampoco se ha aplicado. No se cuenta con un instrumento vinculante para la limitación de los gastos militares. Aunque la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo adoptada por la AGNU en 1986 estableció que los recursos derivados de las medidas de desarme deben ser encauzados al desarrollo, este compromiso ha sido desconocido, y no se avanza en materia de desarme general y completo, en particular en materia de desarme nuclear.

Si bien la adquisición de armamento por los Estados para preservar su seguridad e independencia es un derecho legítimo conferido por la Carta de las Naciones Unidas, es poco probable que un Estado reduzca o elimine voluntariamente sus armas sin que su seguridad esté garantizada por otros medios.

Se precisa de un enfoque de seguridad común que no esté basado en la disuasión y la fuerza militar, en los intereses de unos estados a expensas de los otros; sino uno que tome en serio las preocupaciones de seguridad legítimas de todos los países; que respete los principios de la seguridad indivisible, soberanía, independencia política e integridad territorial de todos los Estados y no interfiera en sus asuntos internos.

Garantizar la seguridad con unos niveles reducidos de armamentos puede crear un entorno propicio para el desarrollo económico sostenible y allanar el camino para la cooperación y la liberación de recursos para actividades más productivas y para la lucha contra las amenazas que enfrenta la humanidad.

Conclusiones

El gasto militar a nivel global continúan en aumento. En 2022, los factores propulsores del gasto fueron la guerra Ucrania, el aumento del gasto de EE.UU., otros países de la OTAN, de Rusia, Ucrania, China y otros países asiáticos.

Tanto EE.UU. como los países de la OTÄN han reajustado sus posturas de defensa y están incrementando sus capacidades militares no solo para enfrentar a Rusia, sino también a China en un posible conflicto en el Indo-Pacífico en los próximos años.

Estados Unidos sigue siendo el principal responsable de la tendencia alcista de estos gastos y de los nuevos enfoques en las doctrinas de defensa actualizadas por varios países. Dados los beneficios que recibe el complejo militar y la plutocracia estadounidense del continuo aumento de dicho gasto, EE.UU. conduce al mundo por la senda de la guerra creando focos de tensión y desestabilización para preservar su hegemonía. Presiona a sus aliados a incrementar los gastos militares, lo que también resulta beneficioso a su industria militar.

La guerra en Ucrania y otros conflictos son resultado importante de la financiación militar externa de EE.UU. Ni Rusia ni China están interesados en rivalizar con EE.UU. en el ámbito militar sino en defender sus propios intereses nacionales, lo que incluye preservar su seguridad.

Los gastos militares repercuten negativamente en el contexto actual de la crisis absorbiendo la mayor parte de los recursos financieros, tecnológicos y humanos. Sin embargo, no existe un instrumento legalmente vinculante, ni voluntad política para limitar esos gastos o reasignar una ínfima parte al desarrollo.

No se prevé a corto y mediano plazo un cambio favorable en un contexto de creciente rivalidad geopolítica ante el interés de EE.UU. en preservar su supremacía frente al ascenso de China y Rusia.  Atendiendo al presupuesto de defensa de EE.UU., la posible reelección de Donald Trump en 2024, el compromiso de la mayoría de los miembros de la OTAN de cumplir el objetivo de destinar el 2% del PIB a gastos militares, la prolongación de la guerra en Ucrania y los conflictos en curso, y la retórica occidental de amenazas en torno a Taiwán se pronostica un incremento mucho mayor de dichos gastos.

Se precisa adoptar un concepto de seguridad común, cooperativo, equilibrado y sostenible, que cumpla con los propósitos y principios de la Carta de las ONU, traiga la paz para todos y posibilite la realización de los objetivos de desarrollo sostenible y la agenda de acción climática. Si bien la propuesta de China “Iniciativa para la Seguridad Global” constituye un paso positivo y una buena base para la negociación, resultará difícil que EE.UU. y sus aliados puedan apoyarla.

Es necesario promover la conciencia de la indivisibilidad de la seguridad de los Estados a través de un diálogo concertado, la adopción de medidas para crear confianza, la gradual iniciación de cambios en las posturas militares y la reducción en los niveles de armamentos.

Estas no son ideas nuevas, pero mantienen plena vigencia. En el Documento Final del Decimo Periodo Extraordinario de Sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas sobre Desarme celebrado en 1978, acordado por consenso, los Estados miembros de Naciones Unidas se comprometieron a reducir sus gastos militares y utilizar los recursos liberados de una manera que ayude a promover el bienestar de todos los pueblos y mejorar la situación económica de los países en desarrollo.

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[1] La OTAN calcula que su inversión total en Defensa en 2022 fue de 1,052 billones de dólares estadounidenses, de los que solo 329.626 millones provinieron de los aliados europeos y Canadá. El gasto público de Canada en defensa en 2022 fue de 25,087.3 millones de euros (equivalente a 26,439 millones de dólares).

[2]Godínez, Víctor M. (2005). Gasto Militar y Ciclo Económico. https://www.jornada.com.mx/2005/05/30/007n1sec.html

[3]Durante el gobierno de Reagan básicamente, por medio de los gastos militares, se aumentó la proporción estatal en el Producto Interno Bruto (PIB) a más de 35 % hasta el año 1983, lo que equivale a un incremento de más de 30 % comparado con la década anterior. Chomski en Roríguez (2023)

[4]https://www.rand.org/pubs/research_reports/RRA739-2.html; https://www.rand.org/content/dam/rand/pubs/research_reports/RRA700/RRA739-2/RAND_RRA739-2.pdf;  Masoud Ali Khalid* Munadhil Abdul Jabar Abdul Razaq (2015). The Impact of Military Spending on Economic Growth: Evidence from the US Economy. https://www.iiste.org/Journals/index.php/RJFA/article/viewFile/21606/22454

[5]https://centredelas.org/actualitat/la-crisis-y-la-inevitable-reduccion-del-gasto-militar/?lang=es#:~:text=Aunque%20es%20prematuro%20anunciar%20una%20dr%C3%A1stica%20reducci%C3%B3n%20del,duda%2C%20el%20menos%20justificado%20es%20el%20gasto%20militar.

[6] Morales Domínguez, Esteban (2006). Imperialismo y economía militar norteamericana. El denominado complejo militar industrial. Revista Economía y Desarrollo. No. 2 / Vol. 140 / Jul.-Dic. / 2006. https://www.redalyc.org/pdf/4255/425541310007.pdf

[7] Las 5 mayores compañías de armamento del mundo que dominan el mercado desde 2018 son estadounidenses: la Lockheed Martin (el mayor fabricante de armas del mundo, además de aviones de combate. También se epecializa en tecnología de radares, helicópteros, aviones de transporte, armas hipersónicas, misiles y drones militares), Boing, Northrop Grumman (dedicada a la fabricación de sistemas aeroespaciales, la electrónica y tecnología de defensa, que incluye aviones no tripulados, sistemas de radar y ciberseguridad), Raytheon (especializada en sistemas de defensa y seguridad nacional (fabrica misiles, sistemas de radar, sistemas de comunicación y equipos electrónicos avanzados ) y General Dynamic (especializada en una amplia gama de productos y servicios, que incluyen submarinos, vehículos blindados, sistemas de combate terrestre y tecnología de la información). Del total de los ingresos por las ventas de armas y servicios militares de las 100 mayores empresas del sector que fue de 597.000 millones de dólares en 2022, el 51%, 302.000 millones de dólares, fueron devengados por esas 5 mayores compañias y otras 37 empresas estadounidenses. Las 100 principales empresas productoras de armas y servicios militares del mundo, 2022 | SIPRI https://www.sipri.org/visualizations/2023/sipri-top-100-arms-producing-and-military-services-companies-world-2022

[8] https://www.sipri.org/sites/default/files/MILEX%20Press%20Release%20ESP.pdf

[9] Según el informe del Balance militar 2024, publicado por el Instituto de Estudios Estratégicos, los sistemas auntónomos, las armas hipersónicas y la inteligencia artificial son el nuevo frente de batalla en la carrera armamentista con China. EE.UU. quiere el liderazgo en áreas críticas de la tecnología. En ese sentido, el Pentágono está asignando 1.000 millones de dólares a lo largo de cinco años para apoyar una nueva estrategia de biofabricación de equipos de defensa. Lanzó la “iniciativa replicadora”, que implica la creación de miles de sistemas autónomos en diferentes dominios durante un período de 18 a 24 meses. El Congreso de EE.UU. aprobó un récord de 140.000 millones de dólares para investigación, desarrollo, pruebas y evaluación (RDT&E) en el año fiscal 2023, con un presupuesto de adquisiciones de casi 170.000 millones de dólares. El bombardero B-21 Raider, varios sistemas de vehículos de planeo hipersónico y sistemas de misiles crucero hipersónicos y una nueva generación de sistema de misiles balísticos intercontinentales basados en tierra están en fases avanzadas de creación de prototipos y pruebas de campo. El Pentágono está intensificando las inversiones para contrarrestar tecnológicamente las misiones de muy alta velocidad de China y planea construir una arquitectura de defensa antimisiles utilizando Aegis Ashore para “salvaguardar” Guam. Continúan buscando un número cada vez mayor de sistemas de combate no tripulados. La Fuerza Aérea está trabajando en lo que llama un avión de combate conjunto, una plataforma no tripulada para asociarse con su futuro sistema de combate, el el programa Next Generation Air Dominance (NGAD), que consiste en aviones de combate de sexta generación. La modernización del arsenal de ojivas nucleares de EE.UU. también está avanzando, incluso con el despliegue de la bomba nuclear B61-12 mejorada, el anuncio del Pentágono de que buscaría la B61-13, una nueva bomba de mayor rendimiento que la -12 y los diseños actualizados para nuevas ojivas de los submarinos de misiles balísticos de propulsión nuclear.

[10] La ayuda de Estados Unidos a Ucrania, en cifras – The New York Times. https://www.nytimes.com/es/2023/12/14/espanol/ucrania-rusia-estados-unidos-ayuda.html.

[11]. Guerra Israel – Hamás: por qué el apoyo de Estados Unidos a ese país es “incondicional e inquebrantable” – BBC News Mundo. . La silenciosa estrategia de Estados Unidos para armar a Taiwán “hasta los dientes” en medio de las tensiones con China – BBC News Mundo

[12] Entre las áreas claves del presupuesto de defensa se destacan: la financiación de municiones para todos los servicios; sistemas de misiles de largo alcance; Investigación, Desarrollo, Pruebas y Evaluación (RDT&E); capacidades  espaciales y la modernización de todos los aspectos de la tríada nuclear para reforzar la disuasión; el reclutamiento, retención y preparación del personal.

[13] La Estrategia de Seguridad Nacional de 2022 delineó que para 2030 Estados Unidos tendrá que disuadir por primera vez a dos grandes potencias nucleares, cada una de las cuales desplegará fuerzas nucleares globales y regionales modernas y diversas.

[14] En 2022, habían alcanzado ese objetivo: Polonia, Grecia,  Reino Unido, Lituania, Letonia y Estonia. En 2023 se sumaron: FIinandia, Rumania, Hungría, Eslovaquia, para llegar a la cifra de 11 países con EE.UU.

[15] https://www.sipri.org/sites/default/files/2023-06/sipriinsight_2306_07_russias_military_expenditure_during_its_war_against_ukraine_230627.pdf

[16] Ibidem

[17] La industria armamentista estadounidense está experimentando un auge económico significativo debido a la guerra en Ucrania y la creciente inversión en defensa de los países europeos.Las empresas Lockheed Martin y Northrop Grumman, han visto crecer sus acciones en un 23,3% cada una, en el periodo 2022-2023. La industria europea, aunque ha crecido, se encuentra bajo presión ante la demanda sin precedentes de equipos y armamamento. Ha perdido capacidad para reponer rápidamente las reservas de municiones. Europa ha aumentado sus importaciones de armas y EE.UU. se ha consolidado como el principal exportador de armas a nivel mundial. Otro ejemplo puede verse con respecto a los proyectiles, EE.UU .y Europa han visto disminuir sus reservas,en ese sentido el Ejército de EE.UU. ha acordado con General Dynamics Ordnance and Tactical Systems la construcción de una nueva instalación, en su mayor parte automatizada, en Mesquite (Texas) para fabricar más proyectiles, así como con una empresa de Ontario (Canadá), IMT Defense. En octubre de 2023, el Ejército también adjudicó contratos por valor de 1.500 millones de dólares a nueve empresas de EE.UU., Canadá, India y Polonia para impulsar la producción mundial de proyectiles de artillería de 155 mm.

[18]https://www.sipri.org/sites/default/files/2023-12/sipriinsights_2312_11_russian_milex_for_2024_0.pdf

[19] Adoptado en la Cumbre de la OTAN, celebrada el 22 de junio de 2022 en Madrid.

[20]Según el SIPRI, el gasto militar de China fue de 292.000 millones en 2022; el de India, de 81.400 millones de dólares, el cuarto más alto del mundo. Supuso un 6,0% más que en 2021. Japón aumentó un 5,9% entre 2021 y 2022, alcanzando los 46.000 millones de dólares, o el 1,1% del PIB. Fue el nivel más alto de gasto militar japonés desde 1960. De igual, forma otros países Corea del Sur, Australia también han aumentado sus presupuestos de defensa

[21] En 2023, el presidente Joe Biden aprobó una ayuda militar directa de US$80 millones a Taiwán, como parte del programa de financiamiento militar en el extranjero y utilizó poderes discrecionales para aprobar la venta de servicios y equipos militares por un valor de US$500 millones a Taiwán. . Estados Unidos está empezando a reentrenar al ejército de Taiwán. Tropas terrestres taiwanesas se están entrenando en EE.UU. y los instructores estadounidenses están yendo a Taipei para integrarse a los marines y a las fuerzas especiales de Taiwán.

[22] Según datos de los departamentos de Defensa y Estado, desde 1951 hasta 2022 (el año más reciente del que existen datos) la ayuda militar estadounidense a Israel, ajustada a la inflación, ha sido de US$225.200 millones. En 2022, Washington le entregó a Israel US$3.300 millones en ayuda exterior. Unos US$8,8 millones de esa cantidad se destinaron a la economía del país y el 99,7% se entregó a las fuerzas armadas.

[23] Garrett Peltier, Heidi (2017). Job opportunity. Cost of War. https://watson.brown.edu/costsofwar/files/cow/imce/papers/2017/Job%20Opportunity%20Cost%20of%20War%20-%20HGP%20-%20FINAL.pdf.

Smithberger, Mandy. (2021). The United States needs to cut military spending and shift money to two pressing threats: pandemics and climate change. https://thebulletin.org/premium/2021-09/the-united-states-needs-to-cut-military-spending-and-shift-money-to-two-pressing-threats-pandemics-and-climate-change/

[24]https://ucdp.uu.se/nsight_2306_07_russias_military_expenditure_during_its_war_against_ukraine_230627.pdf

[25] https://es.wfp.org/noticias/informe-crisis-alimentarias-aumenta-a-258-millones-numero-de-personas-en-inseguridad-alimentaria-aguda

[26] https://unstats.un.org/sdgs/report/2023/The-Sustainable-Development-Goals-Report-2023_Spanish.pdf?_gl=1*1902n74*_ga*MjA0Njg5NDk0Ni4xNzA4NjQ1MzY4*_ga_TK9BQL5X7Z*MTcwODY0NTM2OC4xLjAuMTcwODY0NTM2OC4wLjAuMA..

[27] https://unidir.org/towards-a-comprehensive-security-approach-to-military-spending/

[28] https://centredelas.org/wp-content/uploads/2023/10/portada_ElClimaBajoFuegoCruzado_CAST.jpg

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