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Tema: Relaciones Cuba-Estados Unidos

Balance actual del fenómeno migratorio cubano

En última instancia, la emigración constituye un asunto vinculado a la economía nacional y su relación con el resto del mundo. Su causa principal es la asimetría existente entre las condiciones de vida del país de origen y las que pueden ofrecer los países receptores.

Por Jesús Arboleya Cervera. Profesor e Investigador del CEDEM de la Universidad de La Habana

El endurecimiento del bloqueo económico de Estados Unidos; la llegada de la pandemia, así como las demoras y los errores cometidos en la aplicación de las reformas anunciadas por el propio gobierno cubano hace dos lustros, han colocado al país en desventaja para enfrentar una crisis de enormes proporciones, donde el incremento de la emigración ha sido una de sus consecuencias más dramáticas. 

Las autoridades norteamericanas calculan que cerca de medio millón de personas han emigrado de Cuba hacia Estados Unidos en los dos últimos años, un número menor, pero significativo, también lo ha hecho hacia otros países. Se trata de la ola migratoria más grande de la historia de la nación, con implicaciones para el balance demográfico, la economía y la estabilidad social y política del país. 

El 68% de los migrantes tiene menos de 40 años, con énfasis en los mayores de 20 años, personas en plena edad laboral y reproductiva, la quinta parte de ellos profesionales o técnicos bien calificados, lo que enfatiza la contradicción existente entre el nivel de preparación de los cubanos y la incapacidad del mercado laboral nacional para satisfacer sus necesidades, incluido las expectativas de vida de estas personas.

Como es usual cuando se analizan los procesos migratorios, las causas que han originado este incremento son muy diversas y cada caso plantea características individuales que lo distinguen. Sin embargo, es posible identificar los acontecimientos que han catalizado la envergadura de este fenómeno en las actuales condiciones:

Uno de ellos son los trastornos originados por la pandemia. No solo su brutal impacto en la economía del país, inhabilitando las fuentes fundamentales de ingreso nacional, a la vez que disparó los gastos relacionados con el enfrentamiento a la enfermedad. También el desorden psicológico provocado por el asfixiante aislamiento social que aconsejó el control de la pandemia, en particular para los jóvenes, que vieron trastocado el desenvolvimiento natural de sus vidas y cuestionadas sus aspiraciones existenciales. 

Como salida a la crisis, una de las consecuencias globales de la pandemia fue disparar las ansias de emigrar en muchas partes, por lo que el caso cubano no es más que una expresión de un fenómeno que además tiende a reproducirse a escala exponencial, como resultado de la construcción de redes de apoyo y la articulación de una cultura transfronteriza, que se facilita con el desarrollo de los medios de transporte y las comunicaciones. Otra consecuencia fue el incremento al rechazo a las políticas gubernamentales, paradójicamente sobre todo en aquellos países donde los gobiernos optaron por las medidas más restrictivas al movimiento y el contacto entre las personas. Muy pocos gobiernos, da igual si de izquierda o derecha, han sobrevivido a procesos electorales posteriores a la pandemia.  

A pesar de que el tratamiento a la pandemia, en especial el desarrollo de vacunas propias que sirvieron para controlar la enfermedad ha sido reconocido como un éxito de la política gubernamental, Cuba no fue ajena a ambas reacciones, incorporando al fenómeno migratorio actual un ingrediente de insatisfacción política, que había disminuido en los últimos años. Hasta el punto, que numerosas investigaciones remarcaban la tendencia a ubicar a los nuevos emigrados, entre los grupos más propensos a mantener relaciones armoniosas con el país. 

La pandemia vino a sumarse al recrudecimiento del bloqueo económico norteamericano y otras medidas destinadas a incrementar las tensiones políticas en Cuba, una vez que Donald Trump asumió la presidencia de Estados Unidos en 2016. Entre estas medidas, estuvo la suspensión de los canales legales para emigrar establecidos en los acuerdos de 1994, lo que provocó, incluso antes de la pandemia, una presión migratoria adicional, que incrementó la búsqueda de vías alternativas para satisfacer este propósito. El gobierno de Joe Biden asumió como propia esta política, hasta que la explosión de millones de migrantes indocumentados en la frontera, entre ellos un volumen considerable de cubanos, los obligó a tomar medidas paliativas en el caso de Cuba y otros países.         

En 2013 había sido aprobada una reforma migratoria muy abarcadora, que facilitó el proceso de emigrar, en definitiva, un derecho de los ciudadanos, pero en condiciones que favorecía un carácter más circular y transnacional de la emigración, lo que sirvió para evitar la enajenación que significaba abandonar el país hasta ese momento. Fue un paso en la dirección correcta, toda vez que Cuba, si quiere atenuar los efectos más negativos del fenómeno migratorio, no tiene otra alternativa que tratar de integrar a los emigrados a la vida nacional. Sin embargo, vacilaciones por parte del gobierno cubano a la hora de implementar algunas medidas complementarias, necesarias para favorecer esta integración, limitaron el alcance de la política, toda vez que, en el mejor de los casos, han tenido que aplicarse en situación de crisis.  

La reducción de los costos de los trámites legales que requieren los emigrados, en especial el precio de los pasaportes; avances en la política destinada a facilitar sus inversiones en el país; la participación de artistas emigrados en eventos culturales nacionales; la inclusión de los emigrados en las consultas nacionales para la redacción de la Constitución y el Código de las Familias, así como la difusión de un discurso oficial más inclusivo, resaltado por las máximas autoridades del país en la IV Conferencia la Nación y la Emigración, celebrada en noviembre de 2023, han sido decisiones tomadas en los últimos años, para enmendar algunas de estas ausencias.

No obstante, aún queda mucho por hacer, más que todo, superar la resistencia larvada en algunos estratos de las fuerzas políticas nacionales, incluido sectores del propio gobierno y el Partido Comunista, que todavía vinculan el acto de emigrar con la traición a la patria. Por otro lado, resolver las contradicciones existentes entre diversas normas que rigen el tratamiento a los emigrados, muchas veces emitidas por ministerios y organismos de manera independiente, y lo establecido tanto en la política anunciada por el gobierno, como en la propia Constitución del país, aprobada en 2019. 

En última instancia, la emigración constituye un asunto vinculado a la economía nacional y su relación con el resto del mundo. Su causa principal es la asimetría existente entre las condiciones de vida del país de origen y las que pueden ofrecer los países receptores. Mejorar la situación económica constituye, por tanto, la premisa indispensable para disminuir el volumen de la emigración y sus conflictos con la sociedad cubana, incluso para mantener los lazos con el país de aquellas personas que decidan vivir en otra parte. En eso debe consistir la esencia de la política migratoria cubana y las relaciones de la nación con su emigración. 

Fuente: https://progresoweekly.us/balance-actual-del-fenomeno-migratorio-cubano-english/

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