En las últimas dos décadas, se ha observado un fortalecimiento gradual de las corrientes de extrema derecha en la Unión Europea (UE). Este fenómeno se atribuye a las consecuencias del capitalismo neoliberal en las economías europeas, así como a factores políticos, sociales, religiosos e identitarios.
Por Justo E. Rodríguez Rodríguez
Ponencia presentada en el XV Seminario de Relaciones Internacionales ISRI 2024
RESUMEN
En las últimas dos décadas, se ha observado un fortalecimiento gradual de las corrientes de extrema derecha en la Unión Europea (UE). Este fenómeno se atribuye a las consecuencias del capitalismo neoliberal en las economías europeas, así como a factores políticos, sociales, religiosos e identitarios.
El avance de estas fuerzas se refleja en un aumento de su base electoral, una mayor presencia en los parlamentos y la formación de coaliciones de gobierno con partidos de la derecha tradicional. A nivel comunitario, tras las elecciones europeas de 2019, la extrema derecha amplió su representación en el Parlamento Europeo, fortaleciendo su influencia en el balance político de dicho órgano. Esta incidencia se ha manifestado en temas relevantes para sus valores ideológicos y políticos, como la migración, el antifeminismo, los derechos de los colectivos LGTBI y la cuestión climática. Los análisis y proyecciones para las elecciones europarlamentarias de junio de 2024 indican una tendencia al fortalecimiento de esta corriente política. Las perspectivas
El fortalecimiento de esta corriente política en la UE, tanto a nivel nacional como comunitario, constituye un elemento de interés, que amerita la atención de la política exterior cubana, por sus potenciales repercusiones en el desarrollo de las relaciones de Cuba con la estructura institucional eurocomunitaria y con sus Estados miembros, de forma bilateral.
La presente ponencia se concentra en dos impactos fundamentales para Cuba. Por un lado, el acercamiento de posiciones entre las fuerzas ultraconservadoras europeas y sus similares de Estados Unidos y América Latina y el Caribe, que pueden contaminar la agenda europea con respecto a Cuba. En segundo lugar, las afectaciones que se pueden generar al normal desarrollo de las relaciones económicas, comerciales, de inversión y cooperación entre Cuba y la Unión Europea.
INTRODUCCIÓN
El Sistema Internacional se encuentra en un período de transformaciones sistemáticas, que incluyen la redistribución del poder mundial entre actores emergentes y una tendencia a la formación de un sistema multipolar, donde la hegemonía y el poderío estadounidense se encuentran en creciente cuestionamiento y en relativo declive.
El análisis de los escenarios globales de 2023 hasta 2027[1] muestra una tendencia al fortalecimiento de las corrientes populistas de derecha y los nacionalismos conservadores, como consecuencia de un orden internacional decadente y de la crisis sistémica del capitalismo (Casals, 2022).
En ese contexto internacional, las fuerzas de extrema derecha han ganado espacios en la Unión Europea (UE), aprovechando un contexto social precario, las debilidades de la integración europea, la erosión del modelo de bienestar europeo y otros factores políticos, migratorios e identitarios endógenos. Como resultado de ello, en los últimos 20 años la extrema derecha europea ha crecido en términos de respaldo electoral, ha fracturado los llamados cordones sanitarios[2] que se le impusieron tras la II Guerra Mundial y ha alcanzado una mayor presencia en parlamentos y gobiernos nacionales, así como en las instituciones europeas.
Unos breves datos a nivel nacional y comunitario fundamentan nuestra afirmación.
Un estudio realizado por el diario francés “Ouest France”, en noviembre de 2023, muestra que la extrema derecha se fortaleció en las últimas elecciones legislativa en 21 de los 27 Estados miembros de la UE, alcanzando un promedio electoral de un 17,4% (Manson, 2023). Ese mismo estudio refleja además que en más de 10 países, el respaldo electoral superó el 15%, y en algunos alcanzó hasta el 20 o 30%. Esto explica que, en febrero de 2024, de todos los países de la UE, solamente Luxemburgo no cuente con diputados de extrema derecha en su Parlamento.
Por otro lado, se observa también una creciente participación de la extrema derecha en coaliciones de gobierno, lo cual era considerado impensable hace 20 años en la UE. En los últimos cinco años, esa corriente política ha integrado gobierno en más de una quincena de países europeos. A inicios de 2024, estos partidos lideran el gobierno en Italia y Hungría, integran la coalición gubernamental en Finlandia, Eslovaquia, Suecia, y han estado a las puertas de integrar el gobierno en países como España, Austria, entre otros.
A nivel comunitario, es decir en las instituciones de la Unión Europea, también se ha producido un fortalecimiento de la presencia de las corrientes ultraderechistas, fundamentalmente después de las elecciones europeas de 2019, cuando se produjo un punto de inflexión en la representación de estas fuerzas en el Parlamento Europeo (PE). Los grupos políticos de la extrema derecha en ese órgano eurocomunitario lograron entonces alcanzar la cifra de 135 eurodiputados, distribuidos entre los grupos Identidad y Democracia (ID), con 73 europarlamentarios, y Europeos Conservadores Reformistas (ECR), con 62. Este resultado representó un incremento de un 16% con relación a las elecciones europeas de 2014 (Parlamento Europeo, 2024).
Con relación a las perspectivas para el corto y mediano plazos, estudios realizados por el portal especializado “Eumatrix” sobre las elecciones europeas de 2024 indican que la composición del PE se inclinará incluso más hacia la derecha radical, tras una fragilización del Partido Popular Europeo (EPP) y los Socialdemócratas (SD), así como el fortalecimiento de los mencionados ECR e ID[3]. Este escenario podría ubicar a la Eurocámara en el balance hacia la derecha más desfavorable de su historia.
Lo anterior incide, junto con otros factores, en un creciente conservadurismo en la política exterior de la UE en varios temas internacionales. Los efectos del avance de la extrema derecha comienzan a percibirse en el retroceso de las posiciones europeas en su política migratoria y los debates para regresar al sistema de reubicaciones obligatorias, la fragilización de sus ambiciones climáticas, el endurecimiento del discurso contra la República Popular China y su sistema político, un posicionamiento cada vez más alineado a los intereses de EE.UU. en el conflicto ruso-ucraniano y el abandono de posiciones de liderazgo – antes tradicionales- en tópicos de la agenda multilateral, como el conflicto israelo-palestino, el conflicto en el Sahara Occidental, la cuestión nuclear iraní, entre otros.
El sostenido progreso de las fuerzas europeas de extrema derecha constituye un fenómeno de atención para la política exterior cubana, en tanto involucra a actores relevantes para Cuba en términos políticos, económicos y de cooperación internacional. A los efectos de esta ponencia, analizaremos dos previsibles impactos del avance de la extrema derecha para la política exterior cubana.
Por un lado, se encuentra un potencial acercamiento y articulación de posiciones hacia Cuba entre las corrientes de extrema derecha de la UE y sus similares de EE.UU. y América Latina y el Caribe – que se encuentran en proceso de crecimiento también. En segundo lugar, están las potenciales afectaciones a las relaciones comerciales, de inversión y de cooperación entre Cuba, la UE y sus Estados miembros, a partir de una mayor subordinación de esos círculos políticos europeos a los históricos intereses de dominación de EE.UU. sobre nuestro país.
DESARROLLO
El ascenso de las fuerzas ultraconservadoras es un fenómeno global, del cual no escapa ninguna región del planeta, aunque su crecimiento sea más pronunciado y notorio en algunos países a partir de diversas variables endógenas. En ese último caso se encuentran la extrema derecha europea y la derecha ultraconservadora en EE.UU., mientras que en América Latina y el Caribe comienzan a mostrarse como una corriente política en resurgimiento.
Las vertientes europea, estadounidense y latinoamericana de esta corriente política tienen notables diferencias. No obstante, comparten una identidad política semejante donde se encuentran rasgos ideológicos como el nativismo[4], el conservadurismo social, el rechazo a la globalización, el proteccionismo económico y el enfrentamiento a “enemigos comunes” – entre ellos los inmigrantes, los liberales, los “socialistas” y la “élite corrupta”.
En EE.UU. la consolidación de las fuerzas de extrema derecha se produce arraigado a los sectores conservadores del Partido Republicano, sobre el cual inciden desde la década de los 80’, en particular tras la llamada Revolución Conservadora de Ronald Reagan. La expresión actual de ese avance ultraconservador son los grupos de la “alternative right”, en los cuales destacan ideólogos como Jared Taylor, Greg Johnson y, especialmente, Richard Spencer. La elección de Donad Trump, tras una campaña guiada de la mano de Steve Bannon, es una de las mayores pruebas del avance de la extrema derecha en EE.UU.
En el caso de América Latina el avance de estas fuerzas se muestra como una “nueva” derecha, que realmente mantiene la defensa de los intereses de la oligarquía regional latinoamericana y de los capitales trasnacionales. Estas fuerzas asumen puntos de la agenda en política exterior de la derecha “tradicional” latinoamericana, como la subordinación a EE.UU. en las relaciones interamericanas, el rechazo a los mecanismos regionales de integración y la hostilidad a países con proyectos soberanistas y contrahegemónicos.
El arribo a la presidencia de Donald Trump en EE.UU. (2016) y de Jair Bolsonaro en Brasil (2018) en el hemisferio americano y el avance de la extrema derecha en la UE luego de las elecciones europeas de 2019, crearon el escenario para un acercamiento inédito entre las corrientes de extrema derecha de EE.UU., América Latina y la Unión Europea.
Las fuerzas de extrema derecha europea y latinoamericana encontraron en Donald Trump una referencia internacional, que utilizaron en tres sentidos fundamentalmente: 1) normalizar determinadas ideologías y prácticas ya existentes en sus respectivos contestos nacionales y regionales; 2) emular el discurso y las políticas del Presidente de EE.UU. para capitalizar su popularidad entre sus seguidores; y 3) justificar medidas nacionales, creencias, críticas u objetivos políticos.
Desde 2016 es apreciable la influencia de Trump en la extrema derecha europea, fundamentalmente en cuatro pilares: seguridad, inmigración, gobernanza y política exterior. En países como Hungría e Italia, donde la extrema derecha lidera o integra coaliciones de gobierno desde esa fecha, se observan reproducción de sus políticas antiinmigrantes, el reforzamiento de los dispositivos de seguridad nacional, el discurso contra las élites políticas acusándolas de corruptas y una visión unilateralista y de desprecio por el multilateralismo en política exterior, las cuales caracterizaron la administración de Trump en esos cuatro temas.
En ese marco se estrecharon los contactos entre el ala ultraconservadora del Partido Republicano y sectores anticubanos del Senado de EE.UU. con partidos de extrema derecha europea. El que fuese el principal ideólogo de la campaña de Donald Trump, Steve Bannon, dio nacimiento a la iniciativa “The Movement”, que buscaba hacer resonancia con la extrema derecha europea y construir alianzas entre los grupos ultraconservadores transatlánticos. En ese empeño visitó Europa y estrechó relaciones con figuras como Marine Le Pen, líder del partido Reagrupamiento Nacional de Francia; Matteo Salvini, líder de La Liga italiana; Giorgia Meloni, líder de Hermanos de Italia y actual Primera Ministra del país y Viktor Orban, primer ministro de Hungría.
De particular interés para Cuba, fueron los acercamientos de los senadores Marco Rubio y Ted Cruz con Santiago Abascal, líder de VOX en España y con sus colaboradores cercanos, de marcada proyección anticubana. Este es un elemento de atención priorizada para la política exterior cubana, a sabiendas de la incidencia histórica de España en la política de la UE hacia Cuba.
En el caso de América Latina y el Caribe el discurso de los sectores ultraconservadores estadounidenses – con protagonismo para los senadores cubanoamericanos- y las políticas de Trump contra Cuba, Venezuela y Nicaragua encontraron eco en un contexto regional desfavorable, dominado por gobierno de extrema derecha como en Brasil, y otros gobernados por una derecha tan conservadora como aquella, como el caso de Iván Duque en Colombia y otros.
Como resultado de ese mayor concierto entre EE.UU. y los gobiernos de Brasil y Colombia, se produjo una articulación para atacar a Cuba, hostigar a sus aliados regionales y sabotear los procesos internacionales conducidos por la política exterior cubana. En esas condiciones se fracturó el respaldo homogéneo de América Latina y el Caribe a la resolución cubana contra el Bloqueo de EE.UU. – tras los votos en contra de Brasil y abstención de Colombia-, se atacó el proceso de paz de Colombia con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) auspiciado por Cuba como garante internacional y se produjo una mayor retórica anticubana en las instituciones del Sistema Interamericano.
En el otro sentido, el avance de la extrema derecha en la UE puede tener implicaciones directas para el desarrollo de las relaciones comerciales, de inversión y cooperación entre Cuba y la UE, en particular si la política exterior europea hacia el país se subordina a los intereses hegemónicos de EE.UU. y los sectores anticubanos que integran el establishment estadounidense.
El papel relevante de la UE en las relaciones económicas externas de Cuba es innegable. La Unión Europea —como bloque— se ha mantenido como el segundo socio comercial externo para Cuba en el último decenio (2012-2022), es el segundo más importante mercado emisor de turismo para el país, es fuente vital de flujos de inversión extranjera directa (IED) y el principal ofertante de recursos por concepto de cooperación para el desarrollo que recibe Cuba. (Romero, 2022).
Este papel importante de la UE ha permitido a nuestro país compensar relativamente a los efectos del Bloqueo económico de los EE.UU. y sus impactos en el sector externo de la economía cubana.
No obstante, un mayor acercamiento entre las corrientes de extrema derecha de ambos lados del Atlántico y una creciente subordinación europea a los intereses de EE.UU. en Cuba puede impactar en el desarrollo de estos vínculos de forma natural. Algunos de los impactos tienen manifestación en la actualidad y otros pueden acentuarse en el futuro.
Se ha producido un impacto en el acompañamiento político de los gobiernos europeos para avanzar en los procesos de reordenamiento de deudas de Cuba con países de la UE y el restablecimiento de líneas de crédito al comercio. Ejemplo de ello es el estancamiento que se ha producido desde 2019-2020 en el proceso de reordenamiento de la deuda con el Club de París y el congelamiento de las líneas de crédito con países como Francia, Italia, Países Bajos, España y Alemania.
Si bien la UE ha preservado su voto a favor de la Resolución cubana contra el Bloqueo, sus posiciones tradicionales de reclamo y rechazo a los efectos de esta política para sus hombres de negocios con intereses en Cuba han retrocedido en intensidad y frecuencia. La UE, a pesar de contar con un Reglamento de Bloqueo (1996) para enfrentar los efectos extraterritoriales del Bloqueo de EE.UU., no ha logrado proteger a sus empresarios del Título III de la Ley Helms-Burton y, en particular, de sus efectos intimidatorios. También se pueden observar el impacto nocivo en los flujos de inversión extranjera directa (IED) como resultado de la reactivación del Título III de esta ley.
Igualmente, se han producido impactos sobre el desarrollo del turismo europeo hacia Cuba, como resultado de la política estadounidense hacia nuestro país. En este caso se encuentra la suspensión de Cuba del sistema ESTA (Sistema Electrónico de Autorización de Viaje, por sus siglas en inglés), que busca desestimular el destino turístico “Cuba”.
Finalmente, se encuentra el ámbito de la cooperación que ofrece la UE y sus Estados miembros a Cuba. Este ámbito es de particular peligrosidad por el impacto favorable para los planes de desarrollo local en Cuba y porque constituye una esfera que es sensible al balance de fuerzas dentro de los parlamentos nacionales, del Parlamento Europea y de las instituciones europeas, que deciden sobre los programas de cooperación con Cuba.
En la actualidad (2023) se encuentran en curso más de 80 proyectos por un valor acumulado de 155 millones de euros, en los que se priorizan los sectores de agricultura sostenible y seguridad alimentaria, energía renovable, cambio climático y modernización de la economía. El programa de cooperación para el período 2021-2027 se centra en el apoyo a autoridades locales y en dinamizar la economía nacional, con énfasis en el apoyo a actores económicos en los sectores de agricultura, energía, tecnologías de la comunicación, culturas creativas y biotecnología, incluida la cooperación en el desarrollo y acceso a vacunas contra la Covid-19 (Unión Europea, 2023).
La política de cooperación de la UE hacia Cuba podría verse impactada por una agudización del balance hacia la extrema derecha en la Unión Europea. A pesar de las bases claras que establece el Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación (ADPC) sobre la cooperación y sus principios, bases y canales de ejecución, no es descartable que se inserten elementos de presión y condicionamiento a la oferta de fondos europeos de cooperación. Un retorno al principio de “compromiso condicionado” – que predominó en las relaciones entre Cuba y la UE antes de la adopción del ADPC- es poco probable, aunque no es descartable si se mantiene la tendencia al auge de la extrema derecha en la UE y un acercamiento a las posiciones sobre Cuba con los sectores ultraconservadores de EE.UU. y América Latina y el Caribe.
A modo de conclusiones
En las últimas décadas se produce un avance de la extrema derecha tanto al interior de los Estados miembros, como en la estructura institucional de la Unión Europea, lo cual tiene repercusión en la proyección externa del bloque eurocomunitario. Se observa una tendencia desfavorable al interior del Parlamento Europeo desde 2019, cuyas proyecciones parecen consolidarse en las elecciones europeas de junio de 2024. Un resultado, como el que vaticinan los estudios actuales, impactaría en el Parlamento Europeo, en las principales instituciones de la UE y en la política exterior del bloque europeo.
Coincidentemente con el ascenso de la extrema derecha europea, en EE.UU. y América Latina y el Caribe también se produce un auge de estas tendencias políticas. La elección de Donald Trump y Jair Bolsonaro son muestras de esta tendencia y crearon las condiciones para un acercamiento entre las tendencias de estas regiones, el intercambio de visiones y prácticas políticas, y el posicionamiento ante diversos temas.
La política exterior cubana se encuentra ante este escenario complejo. El acercamiento mayor de las corrientes de extrema derecha europea con sus homologas estadounidense y latinoamericana podría formar en ella una posición anticubana que en algunos países de la UE no existe, o no es predominante.
En este caso se encuentran países que han tenido una tradicional posición de respeto hacia Cuba, como el caso de Francia, Italia, Portugal, Austria y otros. Es preciso acotar que, salvo representantes puntuales, en esos países las fuerzas de extrema derecha no tienen un posicionamiento histórico anticubano predeterminado, sino que en relación con Cuba predominan los intereses de Estado, que generalmente apuntan a la continuidad de las relaciones económicas, comerciales y de cooperación, matizadas por relaciones diplomáticas respetuosas que reconocen las profundas diferencias de sus modelos políticos. Estas fuerzas son susceptibles de retroceder en sus posiciones hacia Cuba si son permeadas de la influencia estadounidense o de sectores como la extrema derecha española que, por razones históricas y políticas, sí es marcadamente anticubana y contrarrevolucionaria.
Por otro lado, en caso de consolidarse esta tendencia al auge de la externa derecha europea se pueden producir impactos negativos al desenvolvimiento de las relaciones económicas, comerciales, de inversión y cooperación con la UE, con el correspondiente costo para el desarrollo económico y social de Cuba.
Ante este escenario Cuba cuenta con unos principios claros de política exterior, que tienen respaldo constitucional y que descansan sobre la base de los principios políticos y morales de la Revolución. Tanto la política oficial que desarrollan los órganos del Estado y el Gobierno, como aquella que conducen las organizaciones políticas – con el PCC en primer caso-, sociales y de masa se sustentan sobre esos principios y líneas morales.
Esos principios indican que son incompatibles ideológicamente las relaciones con fuerzas de corte fascista, neofascista, xenófobas o que se propongan como objetivo la destrucción de la Revolución[5]. Esta es una línea clara que debe guiar los esfuerzos de la diplomacia cubana, sin que se desestimule un relacionamiento respetuoso, positivo, cooperativo con aquellos países cuyos gobiernos son de extrema derecha y que no sean hostiles contra la Revolución.
En este caso se encuentra, hasta este momento, el caso del gobierno italiano de Giorgia Meloni dominado por una coalición tripartita de partidos de extrema derecha y derecha tradicional, que no ha situado a Cuba como objetivo de sus ataques y no ha obstaculizado el desarrollo normal de relaciones políticas respetuosas de las diferencias ideológicas, ni el desenvolvimiento natural de las relaciones comerciales y de cooperación.
Ante el ascenso de la extrema derecha europea, que responde a fuerzas motrices independientes de la voluntad e incidencia de Cuba, su política exterior debe conducirse sobre la base de los principios políticos y morales tradicionales y aprovechar aquellos actores respetuosos, que privilegian una relación mutuamente ventajosa con Cuba por encima de agendas injerencistas y de dominación de otras partes del mundo.
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[1] Se tomo como base el documento no publicado “Escenarios. Megatendencias, tendencias globales y tendencias principales (2023-2027), que elaboró un equipo de investigadores del Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI), bajo la autoría principal del Dr. Jorge Casals Llano.
[2] Designa la política de acuerdos entre partidos políticos para aislar e impedir el acceso al poder de otro partido o ideología incompatibles con sus valores. La expresión se popularizó en los años 70’ y 80’ del pasado siglo, en países como Bélgica o Francia, cuando se aplicó a los partidos de extrema derecha.
[3] Consultar el estudio de EUMATRIX en: https://eumatrix.eu/en/blog/2024-elections-update-150-likely-meps-commission-changes-party-projections
[4] El nativismo es “la ideología que sostiene que los Estados deben ser habitados por sus miembros nativos y que los no nativos amenazan la constitución homogénea del Estado nacional” (Mudde, 2021).
[5] Tomado del Documento “Normas que rigen la atención a las fuerzas políticas, movimientos sociales y populares con los que se relaciones el Partido Comunista de Cuba (PCC)”, elaborado por el Departamento de Relaciones Internacionales del CCPCC. No publicado. Clasificación: Limitado.
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