Una de las consecuencias de la política norteamericana contra Cuba, ha sido limitar las posibilidades del transnacionalismo en el caso de los migrantes cubanos, la mayor parte de los cuales están radicados en ese país o se ven afectados por los efectos globales de las leyes del bloqueo
Profesor e investigador del CEDEM
Tanto en círculos gubernamentales cubanos, como en espacios de la academia, ha ganado popularidad utilizar el término transnacional para definir las relaciones de los emigrados con Cuba. Esto no deja de tener importancia, toda vez que el concepto de la “transnacionalidad” implica la existencia de una relación cualitativamente distinta de la emigración con su país de origen. El asunto es analizar si esta relación realmente existe y cuáles serían los atributos que se requieren para afirmarlo.
El concepto de transnacionalismo fue introducido en los estudios migratorios desde finales del pasado siglo. El propósito fue establecer diferencias entre lo que se consideraba un “migrante tradicional”, dígase aquel que abandona su país de origen y mantiene escasos vínculos con el mismo, y el que pudiéramos llamar “migrante contemporáneo”, el cual, gracias al desarrollo del transporte y las comunicaciones e imbuido por la cultura de la globalización, no rompe estos lazos, sino que los mantiene por diversas vías, hasta el punto de desenvolver sus vidas en ambas naciones.
Una definición clásica de transnacionalismo pudiera ser la que aportaron los primeros investigadores del asunto, digamos “el conjunto de procesos por los que los inmigrantes forjan y sostienen redes sociales entrelazadas, que vinculan a sus sociedades de origen y de acogida”.[i] En estudios cubanos sobre la materia, tal definición ha sido interpretada “como un complejo sistema de redes de intercambio, no solo de personas, sino también de capitales, bienes e información que rebasan las fronteras territoriales y crean campos económicos, políticos, culturales y sociales que transcienden los límites del Estado”. Lo que podría resumirse, según estos autores, en “un ser y un pertenecer a la sociedad de origen y de acogida”[ii] o “tener dos hogares”, para decirlo de una manera más sencilla.
Como indica la palabra que lo define, el concepto está destinado a explicar las relaciones del migrante con naciones específicas, especialmente con su nación de origen. No basta, por tanto, mantener vínculos con la familia o viajar circunstancialmente al país para definir el transnacionalismo, sino que conlleva cierto grado de integración social de los migrantes en los dos lugares, intereses comunes y una cultura híbrida, que se amolde tanto a los cánones del país de acogida, como al de origen de estas personas. Aunque una de las características del transnacionalismo es trascender las fronteras y actuar, en ocasiones, al margen de las políticas estatales, estas políticas son siempre determinantes para establecer los márgenes y el alcance de la actuación transnacional de los migrantes.
Una de las consecuencias de la política norteamericana contra Cuba, ha sido limitar las posibilidades del transnacionalismo en el caso de los migrantes cubanos, la mayor parte de los cuales están radicados en ese país o se ven afectados por los efectos globales de las leyes del bloqueo. Prohibir las inversiones en Cuba o el ejercicio del comercio y las transacciones financieras, limitar los viajes en ambas direcciones y restringir los contactos culturales y deportivos entre los dos países, limitan ostensiblemente las posibilidades de integración a la sociedad cubana de la mayor parte de los migrantes. De hecho, existe una red de actores internacionales, en muchos casos financiados por el gobierno norteamericano, cuyo objetivo es impedir o dificultar el desarrollo de estas relaciones, toda vez que se contraponen con el clima de hostilidad que se pretende mantener.
Una de las razones, no la única, por la que a Cuba conviene promover el transnacionalismo en las relaciones con sus emigrados, es precisamente por sus efectos neutralizadores de la política norteamericana. Sin embargo, hasta ahora no ha sido así. Hasta 1978, debido al peso de muchos emigrados en la actividad contrarrevolucionaria, la política migratoria cubana estuvo claramente diseñada a dificultar los vínculos con la emigración. Pero incluso después, a pesar de que se reconocieron las diferencias políticas existentes en el seno de la emigración y se abrieron espacios para los contactos y el diálogo, nunca ha sido lo suficientemente amplia e inclusiva para la promoción del transnacionalismo.
Paradójicamente, muchas veces la política cubana ha tenido el efecto indeseado de “administrar” el bloqueo norteamericano. Esa ha sido la consecuencia de la reticencia a promover las inversiones de los emigrados en Cuba, a pesar de que hace años la ley las autoriza, o la restricción de importaciones y los altos gravámenes y prohibiciones de comercialización que se han impuesto a los productos que llegan al país por esta vía. Al parecer, esto está cambiando, al menos en el campo de las posibles inversiones y otras actividades económicas en Cuba, lo que sería un avance en las concepciones que rigen la política hacia la emigración en su conjunto.
Algunas acciones, como facilitar la participación de los emigrados en el debate sobre la Constitución en 2019 y más recientemente en el Código de las Familias que se discute en el país, constituyen señales de la voluntad gubernamental de proveer espacios de participación de los emigrados también en la vida política cubana. En realidad, aunque escasamente difundido y estudiado en sus efectos prácticos, a partir de las reformas de la política migratoria de 2013 se abrió una ventana más amplia en este sentido, toda vez que el que emigra no pierde sus derechos políticos, como ocurría con anterioridad y aún está vigente para los que salieron del país antes de esa fecha. Ello incluye la posibilidad de votar en las elecciones, si se encuentra en el país en el momento de efectuarse.
De todas formas, para hablar de la existencia del transnacionalismo en las relaciones de los emigrados con Cuba, al menos para considerarlo una tendencia predominante y no una cualidad limitada a cierto número de personas, se requiere de un grado de integración mucho más profunda y abarcadora en la vida nacional, lo cual no existe en la actualidad. Quizás el creciente uso del término transnacionalismo en el lenguaje oficial refleja la intención de avanzar en esa dirección. De ser así, estaríamos en presencia de una etapa cualitativamente distinta de la política hacia la emigración, una necesidad para el futuro de la nación, toda vez que entronca con problemas demográficos, económicos, ideológicos, incluso sentimentales, que hoy enfrenta la sociedad cubana.
[i] Basch, Linda y otros: The transnational perspective on migration and beyond. https:/journals.openedition.org, 1994
[ii] Odriozola, Silvia y otros: La migración en Cuba desde una perspectiva transnacional, en revista Novedades de Población, No.31, La Habana, enero-junio 2020.
Tomado de https://progresosemanal.us/20220302/el-transnacionalismo-del-migrante-cubano/
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