Cargando...
Inicio / Publicaciones / Artículos / Estados Unidos: Entre Liberales y Conservadores
Región: Estados Unidos

Estados Unidos: Entre Liberales y Conservadores

Biden es un hombre de la guerra fría y su entendimiento de la política exterior norteamericana está estancada en la división del mundo por zonas de dominación

Desde el origen de la nación, las principales tendencias políticas norteamericanas se han debatido entre los que abogan por una mayor participación del Estado en la economía, denominados liberales, y los conservadores, aquellos que consideran que el Estado es el problema y no la solución, como gustaba decir a Ronald Reagan.

Tal división es bastante relativa, toda vez que los grupos de poder siempre han recurrido al Estado para impulsar sus intereses, ya sea dentro o fuera del país. La disputa más bien se concentra en el papel del Estado para resolver los problemas sociales domésticos y eso configura un tipo de ideología, que históricamente ha identificado a los conservadores con las actitudes más discriminatorias e insensibles de la sociedad.

Bajo el postulado conservador, el mercado debe ser el gran regulador de la economía, lo que conlleva al reino de las tendencias globalizadoras del capital en detrimento de los intereses nacionales. Ni siquiera Estados Unidos pudo escapar de esta trampa impuesta por la lógica del capital, que se incrementa en la medida en que actúa sin regularizaciones estatales. El resultado ha sido grandes afectaciones para la clase media trabajadora, sostén político del sistema. Donald Trump fue el resultado de esta crisis y trató de servirse de ella, mediante la exaltación del chovinismo, el racismo y la xenofobia, lo que incrementó el cisma social y la polarización política del país.

Resultó alentador que, a pesar de la gran cantidad de personas que Donald Trump fue capaz de movilizar alrededor de su posible reelección, un número aún mayor de norteamericanos se expresó en su contra y frenó un proceso con consecuencias incalculables para ese país y el resto del mundo. Pero el trumpismo no está muerto, mucho menos las tendencias ultraconservadoras que se vieron estimuladas durante su gobierno.

Desde la negativa de aceptar su derrota, con acciones que dinamitaron la imagen democrática de Estados Unidos, Donald Trump reaparece como el zar del partido republicano, favorecido por las mismas razones económicas que lo llevaron al poder, una base política fundamentalista que incluso asume un discurso religioso para justificarse, las características demográficas del país, el control de las estructuras locales en ciertas regiones, así como el apoyo de grandes capitales, vinculados al movimiento conservador.

No se puede decir que el triunfo de los demócratas se debió al carisma de su candidato, votaron contra Trump y la ideología ultraconservadora, lo que explica que Biden haya podido encaminar una agenda muy liberal de reformas internas. También expresa el avance de las tendencias más progresistas dentro del partido y su importancia de cara a las próximas elecciones.

Muchos analistas coinciden en caracterizar el proyecto gubernamental de Joe Biden como una especie de New Deal, aplicado por Franklyn Delano Roosevelt en la década de 1930. Un retorno a las ideas más ortodoxas del liberalismo después de cuatro décadas de predominio del pensamiento conservador en la administración del Estado norteamericano. Pero, hasta ahora, el New Deal de Biden no parece venir acompañado de la política de Buen Vecino que Roosevelt proyectó durante la crisis, ni sus visiones respecto al mundo de la posguerra.

Biden es un hombre de la guerra fría y su entendimiento de la política exterior norteamericana está estancada en la división del mundo por zonas de dominación, una herencia del colonialismo con otras etiquetas, así como a la fabricación de enemigos que faciliten la constante carrera armamentista en beneficio del complejo militar industrial del país. El deterioro de la hegemonía de Estados Unidos, enfrentada a la realidad de un mundo en transformación, es el gran dilema que encaran los gobiernos de ese país, no importa cuál sea su matriz ideológica.

Una mirada progresista hacia lo interno no garantiza una evolución positiva de la política exterior de Estados Unidos. Sin embargo, la vida demuestra que no pueden ir separadas. Al menos en la posguerra mundial, ha sido un fenómeno recurrente que el intervencionismo actúe como una potala de las reformas sociales domésticas y la razón es económica. También importa la coherencia del discurso;  para los progresistas demócratas la política exterior norteamericana termina siendo impresentable, cuando se alía a los gobiernos y sectores más reaccionarios del Tercer Mundo.

Centrados en sus intereses de política doméstica, donde se defienden metas largamente acariciadas, los progresistas demócratas han evitado contradicciones con la administración en temas de política exterior, pero tal equilibrio no es sostenible indefinidamente. Los primeros conflictos se han hecho presentes en la actitud a asumir frente a las masacres israelitas contra los palestinos y con seguridad se agudizarán otros puntos de desencuentro, entre ellos el tema de las relaciones con Cuba, que goza de un apreciable interés dentro de estos sectores.

En el caso de Cuba, los funcionarios más conservadores de la administración de Biden han actuado bajo la premisa de evitar conflictos con los sectores anticubanos en el Congreso, en especial con el senador demócrata Bob Menéndez, que actúa bajo el chantaje de que su voto puede ser decisivo para avanzar otros temas de la agenda presidencial. Pero ello conlleva traicionar a otros grupos del partido que apoyaron a Biden, entre otras cosas, en el entendido de que modificaría la política hacia Cuba tal y como dijo durante la campaña electoral. Alrededor de 500 activistas demócratas se lo acaban de recordar mediante carta pública, igual hicieron 80 congresistas y ya se aprecian otras iniciativas legales y políticas.

Colocado en las antípodas del espectro político norteamericano, el tema cubano es otro de los ingredientes que definen la línea de demarcación de las tendencias políticas prevalecientes en ese país. Si Biden quiere diferenciarse de los neofascistas no puede tener la misma política de Donald Trump hacia Cuba. En eso estriba la prioridad del asunto.

Tomado de Progreso Semanal

artículos relacionados

Encuesta en Miami: Observando a las minorías 
Jesús Arboleya Cervera | 13/11/2022
La importancia de esta encuesta estriba en que unas 700 000 personas de origen cubano radica en esta área, alrededor de un [...]
Región: Estados Unidos
América (Estados Unidos) bajo “ataque”, pero ¿de quién?
José Ramón Cabañas Rodríguez | 11/11/2022
El proceso de deterioro interno de Estados Unidos como nación federal y de su régimen económico social, han generado una [...]
Región: Estados Unidos
Elecciones de medio término: cambios en la atmósfera política
Carlos Ciaño Zanetti | 19/09/2022
A finales del mes de junio, tras difíciles negociaciones con los republicanos, Biden logró la aprobación de un proyecto de ley [...]
Región: Estados Unidos

Déjanos tu comentario


Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Podrás recibir nuestro Boletín Tendencias Internacionales, convocatorias de eventos científicos, programas de doctorado, maestrías y cursos de posgrado, alertas de publicación de las revistas cubanas sobre relaciones internacionales y los títulos de las últimas adquisiciones de las bibliotecas especializadas de los Centros de Estudios y del Instituto Superior de Relaciones Internacionales.