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La Guerra No Convencional contra Venezuela. Agresión y Resistencia.

En las guerras no convencionales usualmente no existe un enfrentamiento físico entre las fuerzas militares de las naciones en conflicto, aunque su fin en sí mismo no lo descarta, al poder participar en ella personal militar especializado de manera encubierta

Investigador del CIPI

En las guerras no convencionales usualmente no existe un enfrentamiento físico entre las fuerzas militares de las naciones en conflicto, aunque su fin en sí mismo no lo descarta, al poder participar en ella personal militar especializado de manera encubierta. Se basa en la idea de que es posible desestabilizar al enemigo a través del miedo, hasta el punto de lograr que haga grandes concesiones para obtener la paz, sin importar si este aún es capaz de continuar la guerra. Las fuerzas u objetivos actúan y se intentan lograr de manera secreta, sus tácticas intensifican la subversión, mediante el enfrentamiento entre la propia población buscan la subversión del cuerpo político del país objetivo. El empleo de la psicología para lograr el caos, y de las redes sociales como su principal instrumento se destacan entre sus principales tácticas.

Ese tipo de maniobras provienen de la antigüedad, el emperador Julio Cesar las empleaba, entre otros, para lograr sus propósitos, lo distinguía el “Divide at impera”, o sea, “divide y vencerás”, se empleó por las fuerzas armadas norteamericanas durante la segunda guerra mundial, en la guerra de Vietnam, y más recientemente contra Cuba, desde los inicios del triunfo de su revolución armada en 1959, y contra Libia, Siria, y Venezuela, en este último caso también desde la victoria de Hugo Chávez, con su revolución bolivariana y la unidad cívico militar.

Según el Departamento de Seguridad Interna de los Estados Unidos, se trata de combates de manera no convencional, que en ocasiones incluyen la participación de fuerzas de seguridad extranjeras, y movimientos de resistencia en el interior del país agredido, que son los que van acentuando el logro de los propósitos mediante el enfrentamiento directo con sus conciudadanos.

La revolución bolivariana se desarrolla en momentos en que los Estados Unidos se debaten ante el creciente ascenso de Rusia y China como potencias económicas, y en circunstancias en que el control y la apropiación de los recursos naturales están en el centro de las políticas hegemónicas del imperio norteamericano, y en la configuración político estructural de la globalización, en la que pretenden demostrar que los estados nacionales no existen, y que el mundo es un territorio universal sobre el cual prevalece el capitalismo con su convicción primigenia inspirada en la concepción del Destino Manifiesto; para los Estados Unidos el planeta está a su disposición.

La frase “destino manifiesto” apareció por primera vez en un artículo del periodista John O Sullivan en 1845, en la revista Democratic Review de New York. En su artículo, O Sullivan plantea que “el cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino”.

La revolución bolivariana lideró un bloque contra hegemónico de poder que tuvo impacto a escala internacional. Se establecieron y consolidaron alianzas con potencias retadoras de los intereses estadounidenses. Venezuela se convirtió en un actor importante del antimperialismo norteamericano y global con un protagonismo que trascendió su papel de tradicional potencia media regional. La creación del ALBA-TCP, UNASUR, y la CELAC contaron con el diseño del pensamiento de Hugo Chávez, una integración regional de ideologías en ocasiones dispares, pero que compartían la defensa de las soberanías nacionales.

La estratégica alianza venezolana con Rusia y China es parte de un conflicto que trasciende la relación bilateral Venezuela-Estados Unidos. En 2015 el Presidente Obama declara al país suramericano una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad de los Estados Unidos. No constituye esta una declaración aislada. El desenfreno norteamericano por dominar la situación en la Cuenca del Pacifico se suma al hecho de que, con Rusia y China, mediante las Comisiones de Alto Nivel Gubernamental, Venezuela haya firmado y logrado éxitos en más de 243 acuerdos de tipo económicos, en áreas claves comunes, desde la militar hasta la industria ligera, pasando por la esfera petrolera, gasífera, el coltán, mineral precioso utilizado en la industria aeroespacial, entre otros renglones.

Estados Unidos arrecia un férreo bloqueo contra Venezuela, que según el almirante Craig Faller, saliente jefe del Comando Sur, “intenta ahogar a la economía venezolana”, y añadió el almirante, “cuestión que no hemos logrado por lo que hay que cambiar las tácticas norteamericanas, puesto que el resultado ha sido el fortalecimiento, por días, de la dictadura de Nicolás Maduro”.

El ataque norteamericano contra Venezuela ha continuado, fuera no sólo de límites, sino hasta de contexto. Durante el mandato de Trump se habló de la opción militar contra Venezuela, al mismo tiempo que en el 2017, con el apoyo de Canadá, Colombia y otros países, crearan el llamado Grupo de Lima, con el objetivo de estimular a la oposición venezolana en el afán de ahogar a la revolución bolivariana. Desde ese Grupo, en varias ocasiones se analizaron declaraciones de políticos norteamericanos incitando a la violencia en Venezuela; el senador Lindsey Graham en las páginas del Wall Street Journal planteó, que “Estados Unidos debe estar dispuesto a intervenir militarmente en Venezuela, de la misma manera que hicimos con Granada en 1983”.

Pero aun dentro del propio Grupo de Lima, su sentimiento fascistoide tuvo determinada resistencia. El vicepresidente brasilero Hamilton Mourao aseguró que no autorizaba que los Estados Unidos utilizaran el territorio brasilero para intervenir en Venezuela de manera individual, y mucho menos con el apoyo del ejército colombiano. De esa manera, se frenó lo que pareció ser en aquel momento, una inminente agresión armada.

A inicios de 2020, ante un grupo de trabajo para el análisis del efecto de la Pandemia, y en presencia del vicepresidente Pence, el ex gobernante Donald Trump, en momentos en que el coronavirus se extendía por el territorio norteamericano, anunció la creación de una operación antinarcóticos en el Caribe, bajo el argumento de no permitir que los carteles de la droga exploten la pandemia para amenazar la vida de los estadounidenses. Aprovechó para, intentando desviar la atención ante el mal manejo de su administración a la pandemia, lanzar una amenaza al gobierno venezolano, al cual desde hace años, y sin resultados, Estados Unidos intenta vincular con el narcotráfico.

Trump emitió una Orden para que un destacamento naval norteamericano permaneciera, permanentemente, frente a las costas venezolanas, en clara amenaza al gobierno venezolano e intimidación a la población. El Departamento de Defensa de los Estados Unidos activó parte de la Reserva Seleccionada de las Fuerzas Armadas, para actuar militarmente contra Venezuela.

En su programa de guerras no convencionales, los Estados Unidos emplean a organismos internacionales como el FMI y el Banco Mundial. En marzo de 2020, Kristalina Georgieva escribió en el sitio web del Fondo que, “el FMI está listo para movilizar un billón de dólares de nuestra capacidad de préstamo para ayudar a nuestros miembros, podríamos proporcionar unos 50 mil millones de dólares a los países en desarrollo, y 10 mil millones de dólares a los países de bajos ingresos, a una tasa de interés del cero por ciento”.

 Un día antes, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela había enviado una carta a ese organismo, solicitando recursos para financiar los sistemas de detección y respuesta al coronavirus. En la carta, el presidente Nicolás Maduro alegó que su gobierno ejecuta medidas de control exhaustivas para proteger al pueblo, pero para ello necesita de financiamiento, solicitó 5 mil millones de dólares del fondo de emergencia del Instrumento de Financiamiento Rápido para Venezuela. Pero el FMI negó la petición de Venezuela, mientras desde la prensa tradicional de sectores de derecha y desde las redes sociales se atacaba al régimen de Maduro ante los crecientes casos de coronavirus y el mal manejo gubernamental a la pandemia.

La empresa estatal farmacéutica venezolana (CIFAR) y otras empresas de equipos médicos dijeron que podrían aumentar la producción de máquinas y medicamentos, pero que necesitaban materias primas claves para el enfrentamiento a la pandemia, que tenían que ser importadas. El gobierno venezolano acudió nuevamente al FMI, pero la respuesta fue rotundamente negativa. Venezuela es miembro fundador del FMI, y ha acudido en varias ocasiones a ese organismo para solicitar asistencia. Desde el 2007, a diferencia de otros países, Venezuela pagó sus deudas con el FMI y con el Banco Mundial, lo que dice mucho de la credibilidad en la gestión estatal y ciudadana.

Después que los Estados Unidos apoyara el intento de Juan Guaidó de usurpar el poder, los bancos estadounidenses se apresuraron a incautar los activos del estado venezolano, y los entregaron al autoproclamado presidente. El FMI dijo que no se le permitiría más al gobierno de Maduro, utilizar sus 400 millones de dólares en derechos especiales de giro (DEG) la moneda del FMI. Planteó ese organismo que la medida obedecía a la incertidumbre política en la nación suramericana, y que no tomarían partido en Venezuela, a la par que Ricardo Hausmann, ex presidente del Comité de Desarrollo del FMI, y representante de Guaidó en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) dijo que cuando ocurriera el cambio de régimen, el dinero estaría disponible para el nuevo gobierno, según había conversado con los directivos de ambas entidades, el FMI y el BID.

Venezuela depende de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para obtener medicinas, kit de pruebas anticovid, material quirúrgico, mascarillas y otros componentes, sin embargo, la OMS enfrenta sus propios retos con las sanciones impuestas a Venezuela, sobre todo con las que tienen que ver con las empresas de transporte, algunas de las cuales se han visto obligadas a reconsiderar la prestación de servicios a Venezuela, ante amenazas y fuertes sanciones económicas impuestas por Washington.

Once senadores estadounidenses enviaron una carta a Mike Pompeo y al secretario del Tesoro Steve Mnuchin, en la que explican, “entendemos que el gobierno ha dicho que las necesidades médicas y humanitarias están libres de sanciones, pero los proveedores médicos y las organizaciones de socorro temen a las sanciones norteamericanas”.

La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los derechos humanos, Michelle Bachelet, ha planteado que, en tiempos de pandemia, las sanciones sectoriales deben ser relajadas o suspendidas. Hilal Elver, relatora especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación afirmó que le satisfacen los criterios de Bachelet al respecto, pero que “el problema radica en que los Estados Unidos están muy interesados en mantener las sanciones económicas y de otro tipo, a Venezuela y otros países, y frente a eso, por desgracia, no se ha logrado mucho”.

Otros tres relatores especiales de derechos humanos de la ONU, Olivier De Schutter (extrema pobreza y derechos humanos), Leo Heller (agua potable y saneamiento) y Koumbou Boly Barry (educación) coincidieron, igualmente, en que las sanciones económicas estadounidenses están causando un grave daño a la ciudadanía venezolana en sentido general.

En su afán de guerra no convencional, los Estados Unidos arrecian su política de hostigamiento. A inicios de 2020, en la Conferencia de Seguridad de Munich, el secretario de estado norteamericano, Mike Pompeo, dijo que los Estados Unidos buscan expulsar a Nicolás Maduro.

Según el último informe del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), las sanciones unilaterales norteamericanas impuestas a Venezuela, causaron una pérdida de más de 3 millones de puestos de trabajo, es decir, un 24 por ciento del total de población económicamente activa en Venezuela, afectaron la adquisición de insumos para diálisis, vacunas, tratamiento de malaria y diabetes, además de obstaculizar la tenencia de alimentos básicos.

De acuerdo con un dossier del Instituto Tricontinental, esas medidas se dedican a explotar psicológicamente las debilidades y poner al máximo los limites políticos y militares de los gobiernos agredidos para favorecer a su oposición, utilizando para ello entre otros recursos a las redes sociales.

Resistencia contra hegemónica.

Desde el triunfo del comandante Hugo Chávez, al frente de la revolución bolivariana, múltiples han sido los escollos enfrentados por el gobierno y el pueblo del país suramericano. Algunos ejemplos, la campaña de descrédito ante una supuesta presencia cubana en las fuerzas armadas venezolanas, inspirado ese planteamiento provocador en la guerrilla venezolana, de los años sesenta y setenta del siglo pasado. Altos oficiales cursantes del Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional, (IAEDEN), sobre todo en los primeros años de la revolución chavista, planteaban que fueron educados en las academias militares bajo el precepto de la participación cubana en la guerrilla venezolana. Y que gracias al testimonio del general Ulises Rosales en el libro “Secreto de Generales”, habían conocido que eran cuatro solamente los cubanos que desembarcaron en Venezuela.

La presencia en Venezuela de supuestos agentes cubanos de Inteligencia alcanzó un punto álgido en la campaña con la declaración de Juan Álvaro Rosabal González, en el 2000. Una conferencia de prensa internacional organizada por el Comandante en Jefe Fidel Castro desmintió tales afirmaciones. A los pocos días, el propio Juan Álvaro declaró que la contrarrevolución en Venezuela, a través de Salvador Romaní, jefe del ala venezolana de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), y de su principal abogado, el también terrorista Ricardo Koesling, lo habían engañado. Los mismos que planificaron y ayudaron a perpetrar el atentado al avión de Cubana de Aviación, en Barbados, en 1976.

Comenzó el empleo por Colombia y otros países, del termino “Castro-Chavismo”, con el objetivo de desvirtuar la verdadera amistad existente entre los dos pueblos y gobiernos, estratégicamente reconocidos como favorecedores del contra hegemónico sentimiento imperial.

El golpe de estado en abril de 2002, con el consiguiente asedio a la embajada cubana. Frustrados ambos incidentes por la actuación correcta y dinámica de la ciudadanía en sentido general, alejada buena parte de ella de los sectores reaccionarios de la extrema derecha que instigaron a algunos de los altos mandos militares.

El paro petrolero en diciembre del 2002, también abortado gracias a la labor personal del presidente Chávez, y su equipo de trabajo, al apoyo internacional, y a la decidida actuación de la mayoría de los trabajadores de la industria petrolera, tanto en el Golfo de Maracaibo, como en las refinerías venezolanas.

El intento infructuoso por hacer fracasar la industria petrolera, impidiendo la extracción y el trabajo de refinamiento de la industria. La reciente visita del secretario general de la OPEP, Mohammed Barkindo, a la nación bolivariana evidenció los logros y las iniciativas venezolanas en la industria, así como el respaldo con que cuenta Venezuela entre los países miembros de esa Organización. De tres dólares que llegó a estar cotizado el barril del crudo, en tiempos de Pandemia, actualmente asciende a más de ochenta, gracias, según declaró Barkindo, “a las iniciativas venezolanas, lo cual redundará en un futuro muy próximo en mayores ganancias para el desarrollo del sector productivo venezolano”.

Otros intentos de magnicidio, tanto contra el presidente Chávez como contra el presidente Nicolás Maduro, también fracasados por la actuación coherente de los órganos de inteligencia venezolanos, y fruto de la unidad y principios de acción de las instituciones venezolanas, dirigidas por el gobierno.

El actuar agresivo de las autoridades norteamericanas contra dirigentes, funcionarios y compañías rusas y chinas, por el apoyo a Venezuela. El intercambio comercial con ambas naciones, unido a la ampliación del comercio con otros países, va en aumento, de manera sostenida, y bajo condiciones mutuamente ventajosas. De ahí que entre los principios de la cancillería venezolana, en su política exterior, esté presente, y se cumpla, que en cuanto a los asuntos internacionales, Venezuela apuesta por un equilibrio de las relaciones internacionales que asegure condiciones coherentes en cuanto a la Seguridad global, regional y nacional, vista esa Seguridad no solo desde el punto de vista militar, sino mediante el incremento comercial en otras ramas, productivas, económicas, financieras, y de servicios.

Desde las redes sociales, tal y como se ha planteado por otros ponentes en esta Conferencia de Estudios Estratégicos, naciones como Venezuela no pueden competir contra los millones de dólares destinados por los servicios de inteligencia norteamericanos para su labor de subversión internacional, y de planeamiento de guerras no convencionales. En resumen, se ha dicho aquí, y con razón, que la pelea en las redes es desigual, no se puede competir en recursos, pero se puede contrarrestar mediante el empleo de argumentos y colocación de contenidos propios, y así hacer fracasar los miles de trolls y e-boots manejados, fundamentalmente, por diferentes compañías estadounidenses.

Desde determinados círculos de los sectores de la extrema derecha internacional, a los cuales se ha sumado en los últimos meses el sector más reaccionario, encabezado desde España por Leopoldo López y Antonio Ledezma, se han utilizado a las redes sociales para intentar desacreditar al gobierno venezolano, mediante la creación de falsos mensajes. Entre ellos:

Los venezolanos se someten a un régimen dictatorial. No existe libertad de prensa, ni respeto a los derechos humanos.

No tienen en cuenta que entre 1959 y 1998, en cuarenta años se realizaron 24 procesos electorales. Desde 1999 hasta la fecha se han celebrado unos treinta comicios, a raíz de uno promedio cada dos años, incluyendo referéndums revocatorios y constitucionales.

De las más de mil emisoras de radio y televisión, el 67 por ciento son privadas, 28 porciento están en manos de las comunidades sociales, y solo el cinco por ciento son de propiedad estatal. De los 108 diarios existentes, 97 son privados y 11 públicos. Más del 67 por ciento de la población tiene acceso directo a Internet. Y sin embargo, insisten en negar la existencia de libertad de prensa.

El secretario general de la OEA, Luis Almagro aparece frecuentemente en las redes preocupado por los derechos humanos venezolanos, mientras que en Ginebra se aprueba de manera abrumadora el Examen Periódico Universal de los Derechos Humanos, presentado por el gobierno legítimamente constituido de Nicolás Maduro.

Como apunta la economista venezolana Pascualina Curcio, la principal empresa estatal, Petróleos de Venezuela provee el 95 por ciento de las divisas del país, un cuatro por ciento corresponde a otras empresas estatales, mientras que las empresas privadas generan solo el uno por ciento. Sin embargo, según las redes sociales, las empresas privadas son exitosas y las estatales, ineficientes.

La producción nacional en los últimos cuatro años anterior a la Pandemia, fue en promedio nueve por ciento mayor a la de los últimos treinta años, y en tiempos de pandemia se ha intentado mantener en ese rango. A pesar de las medidas coercitivas, el gobierno venezolano en los últimos años canceló más de 60 mil millones de dólares por concepto de compromiso de deuda externa. Pero, desde las redes es un gobierno fallido, y no aparecen estos datos.

El Citibank decidió, repentinamente, cerrar las cuentas bancarias del gobierno venezolano con las que se operaba en el exterior, pero no cerró las de los particulares privados. Según las redes, la situación en Venezuela no es confiable para la realización de operaciones comerciales, por supuesto, siempre que se trate del gobierno.

Conclusiones

En esta ponencia se presenta una síntesis de las agresiones que a diario enfrenta el gobierno venezolano, y sufre su ciudadanía. Frente a ellas ha primado la capacidad de resistencia. La población, de manera creciente, se percata que la convivencia dentro de la diversidad de criterios, incluidos los ideológicos, es la mejor manera para desarrollarse de manera pacífica.

Ni con todo el arsenal desplegado en su guerra no convencional contra la nación bolivariana, los Estados Unidos han podido cumplir su cometido. Tampoco lo han logrado, en los últimos veinte años, en ninguno de los países intervenidos.

El peligro para la ciudadanía venezolana, y el gobierno de Nicolás Maduro se mantiene latente, no solo por lo que representa Venezuela como centro de referencia en el equilibrio regional, y por la alta tenencia de recursos naturales, entre ellos el coltán, necesarios para los Estados Unidos, sino también, por el miedo norteamericano ante el avance eficiente en las relaciones venezolanas, con Rusia y China.

Tomado de http://www.cipi.cu/elioperera

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