Tenemos que seguir produciendo un conocimiento histórico desde una perspectiva crítica Por Hassan Pérez Casabona. Doctor en Ciencias Históricas. Profesor e Investigador del CEHSEU Hace 60 años un nuevo horizonte se abría paso en los predios universitarios. No era un hecho aislado, sino consecuencia del profundo proceso de transformación social que llevaba adelante, sin detenerse […]
Tenemos que seguir produciendo un conocimiento histórico desde una perspectiva crítica
Por Hassan Pérez Casabona. Doctor en Ciencias Históricas. Profesor e Investigador del CEHSEU
Hace 60 años un nuevo horizonte se abría paso en los predios universitarios. No era un hecho aislado, sino consecuencia del profundo proceso de transformación social que llevaba adelante, sin detenerse ante adversidades y contratiempos de ninguna clase, la naciente revolución.
Nada de lo que acontecía entonces tenía lugar sobre un lecho de rosas. Por el contrario, la lucha de clases se presentaba de forma descarnada como parte de la pugna entre la sociedad nueva que se abría paso, a contrapelo de cualquier vaticinio foráneo, y el viejo ordenamiento que, especialmente aupado por los sectores oligárquicos tradicionales que estaban interconectados con la ejecutoria monroista que anidaba en Washington, se resistía a fenecer.
En medio de aquel torbellino que imantaba, y que no dejaba impávido a ningún sujeto, múltiples realidades, a manera de desafíos a encarar, se imponían para el imberbe empeño emancipador. Una de ellas, captada en su real dimensión por Fidel, era la necesidad de que se produjera un verdadero cisma educacional en relación con el proceder de antaño, que convirtió a la enseñanza en privilegio para las minorías, privando de la luz del conocimiento a un número gigantesco de cubanos.
Esa lacra era todavía más perversa en lo concerniente a los altos estudios. Dicho de otra manera: constituía un devaneo, poco menos que de ciencia ficción, aspirar siquiera a que los sectores preteridos dentro del panorama antillano ascendieran, de forma masiva, los peldaños de la Colina universitaria.
Dicha pretensión solo podría alcanzarse dentro de un escenario, surrealista desde el encuadre latinoamericano, en el cual se fueran dejando atrás los más inverosímiles escollos, desde la lógica que, por vez primera, cualquier decisión estaría enfilada hacia el largo y pedregoso sendero de conquistar toda la justicia. No se transitaría en pos del desvelo martiano apenas como un acto de fe. Tampoco bastaban pronunciamientos formales, desprovistos de la sustancia imprescindible que legitimara, desde las bases, la epopeya que se gestaba.
“La historia es la última y más trascendental expresión de la literatura de un pueblo”
José de la Luz y Caballero
En el ámbito de la educación superior la Reforma Universitaria —con el simbolismo de echar a andar el 10 de enero de 1962, en homenaje a Julio Antonio Mella, justo en el treinta y tres aniversario de que se desplomara por la revolución, producto de un bala asesina, en los brazos de su amada Tina Modotti, en la intersección de dos céntricas avenidas de la capital mexicana— abría puertas hasta ese instante insospechadas para los jóvenes de esta geografía caribeña.
Una de las múltiples aportaciones de aquel proyecto de enorme trascendencia, insuficientemente examinado aún, fue la creación de la especialidad de Historia, disciplina que nunca antes se había estudiado en Cuba a dicho nivel. Nacía así la Escuela de Historia donde se formaría la mayor parte de los profesionales en esta rama dentro del país.
En lo adelante, y como expresión de las continuas transformaciones experimentadas en la educación universitaria, desparecería dicha escuela la cual se extendió hasta 1976. A partir de entonces los estudios de la carrera de Historia quedaron como parte de la Facultad de Filosofía Marxista-Leninista, primero, y después dentro de la Facultad de Filosofía e Historia, años más tarde devenida en la actual Facultad de Filosofía, Historia y Sociología.
La importancia de aquel acontecimiento fundacional, y la capacidad de haber vencido cualquier entuerto, asumiendo como mérito mayor la formación de profesionales de excelencia, comprometidos con la sociedad, fue motivo de celebración, en las últimas horas, en la cuasi tricentenaria casa de altos estudios.
“Se trata de una tradición que hemos mantenido viva en las últimas décadas”, afirmó en la sesión solemne convocada al efecto, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el doctor Sergio Guerra Vilaboy, presidente del Comité Organizador por los festejos.
“En 1992, en el fragor del período especial celebramos los primeros treinta años. Lo hicimos de manera sencilla, lo que en modo alguno impidió que resultara muy estimulante para todos los que participamos de aquel agasajo. Diez años después, en el 2002, repetimos la celebración por los cuarenta años, mientras que en el 2012, desarrollamos un emotivo homenaje, a propósito del 50 aniversario. En esa ocasión compartió junto a nosotros, en el acto central, el hoy presidente Miguel Díaz-Canel, para la fecha ministro de Educación Superior. De igual manera no olvidamos las sentidas palabras que pronunció Eusebio Leal, quien fue uno de los graduados de nuestras aulas a finales de la década del 70, como parte del denominado Curso para Trabajadores”, añadió.
El Dr. Guerra Vilaboy, jefe del Departamento de Historia durante casi medio siglo, y presidente de la Asociación de Historiadores de América Latina y el Caribe (ADHILAC), explicó a nombre del Comité Organizador —integrado además por los doctores Eduardo Torres-Cuevas, Profesor Emérito de la UH, presidente de la Academia de la Historia de Cuba y Director de la Oficina del Programa Martiano, y Fabio Fernández Batista, joven al frente del departamento de Historia de Cuba y vicepresidente primero de la Unión de Historiadores de Cuba— que, en esta oportunidad, el programa de celebraciones, que se extendió a lo largo de tres jornadas, incluyó, unido al reconocimiento a relevantes personalidades, un evento académico que tuvo lugar en las propias instalaciones de la Facultad de Filosofía, Sociología e Historia.
En el acto, presidido por los doctores Miriam Nicado García, miembro del Comité Central del Partido, del Consejo de Estado y rectora de la Universidad de La Habana, y Ernel González Mastrapa, decano de la Facultad de Filosofía, Historia y Sociología, intervino la doctora Leydi Abreu García, presidenta de la Comisión Nacional de la carrera de Historia.
En sus palabras la joven profesional reverenció al experimentado claustro de profesores que durante tantos años ha tenido la responsabilidad de llevar adelante el trabajo docente e investigativo, alcanzando lauros, en cada una de estas dimensiones, reconocidos por la Academia de Ciencias de Cuba, el Ministerio de Educación Superior, y otras múltiples instituciones.
En su exposición, Abreu García, egresada de esta especialidad en el 2003, remarcó que la carrera de Historia comenzó a impartirse en el año 1962, como resultado de la Reforma Universitaria que desglosó la antigua carrera de Filosofía y Letras en tres campos: Filosofía, Artes y Letras e Historia. “A partir de esa Reforma desapareció la carrera de Pedagogía, que formaba profesionales avezados en métodos de enseñanza, pero que no abordaba contenidos de materias específicas. Filosofía quedó como un Departamento que no tenía carrera a su cargo, en tanto Artes y Letras e Historia debían formar Lingüistas, Especialistas en Literatura, Historiadores y profesionales de Historia del Arte para la investigación y la docencia en la Educación Superior”.
Desde esa óptica señaló que, en aquellos comienzos: “La carrera de Historia, al igual que la de Artes y Letras y Matemáticas, entre otras, contaron con dos vías para la formación de sus profesionales: las Licenciaturas —destinadas a formar investigadores y profesores universitarios— y las Profesorales, dedicadas a preparar profesores para la enseñanza preuniversitaria. Estas carreras tenían asignaturas comunes que se podían convalidar para obtener ambos títulos, el de Licenciado y el de Profesor”.
Destacó de igual manera, que: “El amplio perfil cultural de la carrera de Historia permitió que algunos estudiantes, casi todos trabajadores, interesados en adquirir conocimientos útiles para sus respectivas profesiones, que no contaban en ese momento con carreras específicas —la de relaciones internacionales, por ejemplo—, matricularan para obtener los conocimientos que necesitaban. Esa circunstancia incrementó el número de estudiantes, aunque no modificó la naturaleza de la carrera”.
Con relación a los diversos planes de estudio puestos en práctica aclaró que: “La carrera de Historia, como las restantes, transitó desde un plan denominado Carreras Homólogas, que igualó el plan de estudio, que entonces se circunscribía a las Universidades de Oriente (Santiago de Cuba) y La Habana y a los diseñados posteriormente, como A. B. C. y D. Los planes A y B se caracterizaron por formar un historiador especializado en tres campos: Historia de Cuba, Historia de América Latina e Historia Contemporánea. Los alumnos se graduaban, a criterio de especialistas cubanos y extranjeros, con nivel de maestría. Los planes posteriores, para formar profesionales de amplio perfil, eliminaron estas especializaciones y se limitaron a un espacio más general y esos conocimientos se trasladaron a dos maestrías, una sobre Historia Contemporánea y otra sobre Historia de América Latina, el Caribe y Cuba”.
Al realizar un breve recorrido por las reestructuraciones acometidas precisó que: “Los Planes A y B (1977 y 1982 respectivamente) lograron un diseño curricular en dos ciclos, básico y de especialidad, a la vez que ampliaron el perfil de la Carrera de Historia, atendiendo a aspectos prácticos de la misma, tanto mediante nuevas asignaturas, como a través de la práctica de producción, trabajos de curso y diploma. En 1991se elaboró el “C”, con un perfil amplio y con una mayor flexibilidad en el currículo, el cual experimentó un perfeccionamiento entre 1996 y 1998, en función de las exigencias del momento. Predominó el vínculo de las diferentes disciplinas y la práctica laboral de los estudiantes, a la solución de los problemas sociales, de modo que contribuyera también al mejor desenvolvimiento de las actividades docentes, investigativas y laborales”.
En otro momento de su presentación expresó que: “En los inicios del 2000, las necesidades del país demandaron la participación activa de los estudiantes en la Batalla de Ideas, y en los diferentes programas de la Revolución, mientras que en el 2010 comenzó la implementación del Plan D pretendiendo lograr una mayor independencia de los estudiantes en la gestión del conocimiento a tono con las exigencias de las tendencias educativas contemporáneas”.
Con respecto al formato actual, que comenzó a implementarse en el 2018 afirmó: “El plan E responde a nuevas realidades del país y pretende el diseñado de un currículo flexible que potencia la transdisciplinariedad con otras Ciencias Sociales, la base teórico-metodológica imprescindible para asumir los retos de la investigación histórica, la formación integral e independiente de los estudiantes, así como la capacitación continua de los profesionales de la Historia”.
Como expresión de la invariable calidad del quehacer desplegado, Abreu García destacó que la carrera ha sido certificada de Excelencia en tres oportunidades por la Junta de Acreditación Nacional (2008, 2013 y 2019).
“La historia es la ciencia de los hombres en el tiempo”
Marc Bloch
En las palabras finales, el doctor Torres-Cuevas realizó una disertación sobre los orígenes de la carrera y su devenir, al tiempo en que reflexionaba sobre cuestiones sustantivas de la nacionalidad cubana. Resaltó, entre diversos aspectos, el significado que posee el hecho de que, a partir de la apertura de la Escuela de Historia, comenzará a producirse un conocimiento nuevo, creado por los profesores, en su permanente interrelación con los estudiantes y otras entidades investigativas.
A la tradición patriótica que encontró la revolución en la enseñanza se añadió la necesidad de encontrar respuestas, desde la ciencia, a la vorágine de transformaciones que se acometían. “Sentíamos que era impostergable adentrarnos en diversos temas, entre ellos las esencias de nuestra identidad, al igual que sobre el mundo que se encontraba más allá de nuestras fronteras. Fue así que florecieron las investigaciones sobre América Latina, Asia, África, Medio Oriente y también sobre los Estados Unidos, en este último campo para comprender las entrañas del imperialismo y su proyección global”, expuso.
“Tenemos el legítimo derecho de sentirnos orgullosos por lo conseguido, en la misma medida en que estamos inconformes con lo que no se pudo materializar. Pudimos alcanzar, en última instancia, lo que nuestro tiempo nos permitió. Hacia el futuro, que está cargado de enormes desafíos, tenemos que seguir produciendo un conocimiento histórico desde una perspectiva crítica, alejada de las miradas autocomplacientes. Somos un pilar de extraordinario valor en la construcción de nuestra sociedad”, aseveró.
En su exposición, en la que rindió tributo a destacados profesionales que ya no están, “algunos de ellos porque se nos fueron físicamente muy pronto”, afirmó: “Nos alienta el hecho de apreciar que hay nuevas hornadas de historiadores, formados desde el rigor y el compromiso, que no albergamos duda —es el anhelo de cada educador—tienen condiciones para superar los aportes que nuestra generación realizó. Quedó pendiente, entre tantas tareas, aunque en verdad se antoja como una cuestión permanentemente inacabada, consolidar una escuela de historia cubana que brinde, desde este lado del mundo, contribuciones al debate historiográfico contemporáneo. Más allá de cualquier insatisfacción no puede desconocerse, es justo que se realce, la obra tangible que exhibimos. Uno de los ejemplos de mayor calado, en ese sentido, es la colección publicada de la Nueva Historia Universal; empeño de grandes proporciones, solo posible de asumir debido a que sus autores, muchos de ellos aquí presentes, traían consigo la sapiencia de cinco décadas de duro bregar”.
En la ceremonia, a la cual también asistió el doctor Fernando Vecino Alegret, fundador del Ministerio de Educación Superior y quien se desempeñara durante treinta años como titular de dicho organismo, se entregaron reconocimientos a profesores e investigadores que han dejado una huella especial a lo largo de estos años. Aunque algunos no están ya físicamente, y otros no se encontraban por razones de salud, se les ovacionó por los jóvenes estudiantes de hoy (una nutrida representación de los cuales se dio cita en el Aula Magna y en las sesiones del evento) con la certeza de que su legado no dejará de acompañar a quienes nos consagramos a esta profesión.
Entre esos nombres, algunos procedentes de otras latitudes, que han marcado con letras doradas a la especialidad de historia —imposibles de relacionar todos los que cimentaron las bases y crecimiento de dicha disciplina, varios de ellos Profesores Eméritos y Premios Nacionales de Ciencias Sociales y Humanísticas, y Premios Nacionales de Historia—, se encuentran los doctores Áurea Matilde Fernández, María del Carmen Barcia, Liliam Moreira, Leonor Amaro, Digna Castañeda, Deysi Ribero, Francisca López Civeira, María Teresa Montes de Oca, Berta Álvarez, Digna Martínez, Concepción Planos, Mercedes Córdoba, Ana Lamas, Paula Ortiz, María del Carmen Maseda, Sergio Aguirre, Manuel Galich, Sergio Benvenuto, Eduardo Torres-Cuevas, Oscar Zanetti, Alejandro García, Enrique Sosa, Gustavo Doubuchet, Constantino Torres, Ángel Pérez Herrero, Oscar Guzmán, Arnaldo Silva, Arturo Sorhegui, Oscar Loyola, Pablo Arcos, Alberto Prieto, Sergio Guerra, Evelio Díaz y Reinaldo Sánchez Porro. De igual manera se exaltó el despliegue de los trabajadores de la secretaría docente, y de apoyo y servicio en general, decisivos en cada uno de los proyectos emprendidos desde 1962. Fue así que también resonaron los aplausos para figuras como, Isabel, Lourdes, Sonia Margarita, Carlota, Armonía, Enrrieta, Nancy, y tantas otras cuya impronta igualmente perdurará en el tiempo.
El programa académico de celebraciones, desarrollado entre el 17 y 18 de febrero, cuyas palabras inaugurales estuvieron a cargo del Dr. Ernel González Mastrapa, contó con los paneles “60 años de la carrera de Historia en la Universidad de La Habana”, moderado por el doctor Eduardo Torres-Cuevas y con los doctores María del Carmen Barcia Zequeira, Sergio Guerra Vilaboy y Leidy Abreu García como ponentes; “Maestros inolvidables de la especialidad de Historia desde la fundación de la Escuela en 1962”, con la conducción del Dr. Fabio Fernández Batista y las presentaciones de la Dra. Francisca López Civeira y los maestros en ciencia Marisleydis Concepción, René Villaboy y Luis Fidel Acosta Machado y “La investigación histórica y la historiografía cubana antes y después de la fundación de la Escuela de Historia”, con el Dr. Edelberto Leiva Lajera como moderador y las exposiciones de los doctores Oscar Zanetti Lecuona, Yoel Cordoví Núñez y Constantino Torres Fumero.